Sieyes sitúa poder arriba, confianza abajo

Hay que ser intransigente con los políticos corruptos. Si los dejamos solos nos hunden en vez de defender la sociedad que representan, tanto en lo económico, como en el anímico porque deterioran nuestra salud mental cuando hacen las cosas al revés, toman decisiones en contra de la gente como el hundimiento de las cajas llevándose por delante los ahorros de toda la vida de la gente trabajadora, al no cumplir los gobiernos con el deber de controlar, así como el  derroche, luego provocando la crisis siendo los más necesitados los primeros en pagarlo, mientras los ricos se hacen más ricos como quedó demostrado estos últimos años de crisis. 
Los gobiernos del siglo XXI son menos creíbles que los anteriores, antes respetaban más su palabra, hoy nos mienten como bellacos, nadie les cree, y esto es grave porque la democracia, como decía Sieyes, el poder está arriba, pero la confianza está abajo. Estos creen que en política vale todo, al alcanzar el poder se hacen dueños absolutos de la democracia, la consecuencia ya conocida, nos roban la democracia. Por eso la oposición tiene la obligación de fiscalizar al gobierno, y si este no lo permite inmediatamente debieran  acudir al juzgado de guardia y los  fiscales y jueces actuar de inmediato, sin costo para el que representa y  defiende el bien común. De lo contrario será imposible eliminar a los corruptos de las instituciones democráticas. Pero tal y como está la justicia es imposible evitar la corrupción y que haya democracia, no la puede haber mientras no haya separación de poderes, pesos y contrapesos para evitar abusos de poder, y tiene que haber un poder judicial que la defienda a los representantes de la oposición que están para fiscalizar a los gobiernos, además de contar con la colaboración ciudadana. 
No vale que diga algún fiscal, jueces y políticos, que no hay que judicializar la política, cuando la responsabilidad es de ellos, está en sus manos evitar las causas de la corrupcion. Cuando son los corruptos los que cometen el delito, y la ley dice que: “el tenga conocimiento de un delito debe ponerlo en conocimiento de la justicia” ¿En qué quedamos? ¿La ley es para cumplir, o no?
Los que nos dedicamos a querer hacer política honesta no tenemos que cargar con la mala fama de políticos y partidos que la organizan y la amparan. Tampoco deben salir de rositas aquellos políticos que por ambiciones de poder, envidia, calumnian a sus adversarios; deben pagar duramente por ello, por falsedad.
No vale tampoco la justificación decir que tenemos los políticos que nos merecemos porque salen del pueblo, como si el pueblo fuera corrupto. Los ciudadanos/as del  pueblo trabajan y pagan los impuestos por obligación mientras que los del establishment, dirigentes de los partidos permiten y protegen a sus corruptos en vez de ponerlos de patitas en la calle, si salen imputados le arreglan la vida por puertas giratorias. Lo que demuestra que la corrupción está institucionalizada.
La mentira, la calumnia, la corrupción hecha por políticos contra otros, debe de ser duramente castigada como grave delito, si se hiciera así, la vida pública de todos sería mucho más honesta, y el sistema tendría la credibilidad que la democracia y el bien común necesita. Si no resolvemos este grave problema, seguiremos nuestra democracia será un cuento chino.

Sieyes sitúa poder arriba, confianza abajo

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