RUIDO

Somos ruido. Somos el despertador que suena a lo lejos, la radio amplificada en el eco del baño, el tintineo de llaves y el taconeo en el descansillo, el engranaje del ascensor y el motor del coche.
Somos la conversación indiscreta en el autobús, el muestrario de melodías de móvil, el retumbar de maletas rodando por la acera, los saludos de un lado al otro de la calle. Murmullo de bar, risas y entrechocar de vasos. Y voces que suben de volumen cuando se reúnen con otras voces amigas. Somos despedidas eternas de madrugada junto al portal. Y clamor ante lo que nos revuelve por dentro.
Somos ruido, pero el ruido nos molesta. El aspirador del vecino, las máquinas de obra, el tráfico. Los que van de retirada cuando estamos durmiendo. O los que se citan bajo nuestra ventana.
Ansiamos el silencio. Lo necesitamos tanto como necesitamos el alboroto que nos dice que estamos vivos. Somos incongruentes; exigimos nuestro derecho al descanso y nuestro derecho al jaleo a partes iguales. Convencidos de que lo nuestro no irrita como lo de los demás. Reclamamos normas de convivencia, reglas y sanciones a nuestro gusto.
Pero resulta que quienes tienen que formular esa normativa y quienes tienen que votarla también están atrapados en el ruido. De promesas incumplidas, de proyectos olvidados o retorcidos hasta volverse irreconocibles, de pactos obligados, de consignas de partido, de favores que tarde o temprano se tienen que pagar, de críticas, de mentiras, de discursos inamovibles y de palabras que no dicen nada.
En medio del bullicio unos hablan de poner orden en la fiesta nocturna y otros avisan de un ataque a la libertad de manifestación. No es lo mismo multar al que no deja dormir al vencindario que al que protesta contra una injusticia.
Y mientras se decide hasta dónde llegará el control y cuánto tendrá de servicio ciudadano y cuánto de restricción, quienes tienen en sus manos la oportunidad de contribuir al texto hacen ruido en los micrófonos y en las rotativas. Tratando de hacerse oir por encima del mensaje del bando contrario.
En  constante runrún que aturde y despista tanto a los suyos como a los de enfrente. Zumbidos que se cruzan pero nunca se encuentran. Parece que el ruido no deja que los que nos representan hablen entre sí. Así es imposible que se entiendan

RUIDO

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