Rumores y certezas

Nos dicen que la sanidad pública en A Coruña tiene los días contados. Y también todo lo contrario. Nos dejan debatiéndonos entre salir a reclamar lo que es nuestro y respirar confiados. Esperando. Desesperando.
Primero sonó un bip en el móvil y leímos el mensaje con recelo. Nos vino a la mente una de esas cadenas en las que la fortuna se esconde en el reenvío de una declaración de amistad eterna a catorce personas. “Quieren privatizar la planta de Cardiología del Chuac. Difundid este mensaje”. Desde entonces, correos electrónicos y publicaciones en las redes sociales alertan de que el hospital planea implantar unidades de gestión clínica en las que la rentabilidad económica prime sobre la atención a los pacientes. El paso previo al control privado. Más que suficiente para sentir una punzada de angustia. Tenemos muy presente la marea blanca madrileña. Hace meses que avisa de que el sistema se extenderá por todo el país. Aunque nadie quiera creerlo.
Desde el hospital se desmiente el rumor. Malintencionado, dicen. Un ataque amparado en el anonimato al que no se puede dar crédito. Las unidades de gestión son solo una idea. Inofensiva. Nada de lo que preocuparse. Pero es imposible no perder el sueño cuando hablan de la soga en casa del ahorcado. Nos han quitado demasiado. Y al fin tenemos conciencia de que la sanidad y la educación son intocables. Lo hemos gritado en las calles y lo defenderemos ante quien pretenda arrebatárnoslas. Son el pilar de ese Estado de Bienestar que apenas reconocemos. La sola sospecha de un recorte de derechos nos hace saltar. Sabemos que la sanidad puede ser un gran negocio. En plena crisis toda oportunidad es una tabla de salvación. Y el de la atención médica es un terreno por explotar. Sabemos que hay mucho que ganar con la enfermedad ajena. Mucho que ahorrar si dejamos a un lado el criterio de cuidar a los pacientes por encima del gasto. Si deshumanizamos la medicina. La imaginación vuela a tratamientos que se niegan y diagnósticos que no se hacen porque lo que cuenta es el bolsillo. Pensamos en sufrimiento innecesario y quizá muerte evitable.
Necesitamos luz y taquígrafos, palabras claras y verdades completas ante cualquier cambio. La mecha de la sociedad es cada vez más corta.

Rumores y certezas

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