¿Cómo es posible tanta locura?

Cuando escribo la columna el tema del contagio viral de Donald Trump ha dado mil vueltas y se encuentra en estado de duda e indecisión, que es lo que nos faltaba para terminar de complicarnos la vida a todos. La reacción del presidente americano está siendo incomprensible y variopinta, como es él en su vida ordinaria. Unos dicen que mejora y otros lo niegan. A esto hay que unir las tremendas contradicciones creadas por la grave situación en la comunidad de Madrid.

La presidenta madrileña, Díaz Ayuso, está haciendo una demostración vistosísima de contradicciones y de piruetas incomprensibles e indescifrables, que nos hacen preguntarnos cómo es posible que estas cosas sucedan. Si vemos las fotos e imágenes de Pedro Sánchez podemos darnos cuenta de su disimulada desolación, que nos traslada mentalmente a unos campos ignotos y que nos transporta a una región de horrible fantasía que nos atormenta y nos hace preguntarnos cómo es posible tanta locura y más cuando nadie puede ver la salida de la situación.

Muchos comentaristas se esfuerzan por racionalizar los sucesos que estamos viviendo y no consiguen nada. Estoy seguro de que en muchos, muchos años, no hemos vivido una situación semejante y con tantas contradicciones acumuladas y revueltas. Que Dios nos proteja para que seamos capaces de salir de esta y de racionalizar, aunque sea mínimamente, la situación. Caminamos hacia el final del año y todavía no podemos atisbar la salida de esta situación, que se ennegrece y se complica.

Ahora anda el Gobiermno tratando al menos de racionalizar las cosas por el lado de los Presupuestos Generales del Estado, para salir del encierro de los heredados de Rajoy y conseguir abrir el campo socioeconómico para ponerlo a disposición de los españoles todos. Da la impresión de que esto se va a conseguir y que a partir de ahí seamos capaces de avanzar por ese campo demoníaco en que no se sabe muy bien quién tuvo la culpa de meternos. Mientras tanto, el principal partido de la oposición, con Casado al frente, le da vueltas interminables a las cosas, sin enseñar nunca un camino racional por el que discurrir.

Nos queda encomendarnos al Altísimo y rogarle que se apiade del género humano y de los españoles. Mientras tanto, uno piensa que no sería tan difícil salir de esta con un poco de buena voluntad y de juego inteligente, ese que en otras ocasiones del pasado nos había servido de agarradera para salir adelante. 

¿Cómo es posible tanta locura?

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