Dios no lo quiera

Acabo de hacer un ingenuo experimento de comprobación: echar un vistazo a mi última columna antes de tomar las vacaciones y compruebo que en este mes largo nada ha cambiado. Espero y deseo que de inmediato ese panorama sufra un cambio y que comencemos a respirar con más confianza. Repetir lo de hace un mes solo habría tenido el inconveniente de no decir nada de sucesos añadidos, como la sorpresa de la propuesta de Soria para director ejecutivo del Banco Mundial. Qué lástima que no se trate solo de una ocurrencia derivada del calor de estos últimos días. Pero no hay tal ocurrencia salvífica, y no tengo calificativos para referirme a semejante atropello. Por quedarme en lo pequeño: estoy con el alma suspensa por no haber visto inmediatamente, tras el fracaso de Rajoy en la investidura, una espantada de Ciudadanos y Rivera, para no mancharse con algo que podría catalogarse como complicidad.
Lo que me lleva a preguntarme por qué C’s considera que pactar con el PP es más presentable y coincidente con los intereses de los españoles que pactar con Unidos Podemos. Pues que lo mediten los de Ciudadanos. A los de Podemos se les puede criticar por otras cosas, como su ambigüedad en asuntos políticamente sensibles. O por no haber acertado en su política de pactos en la anterior  legislatura. O por no aclararse ahora en lo mismo. O por emular a Ciudadanos en un enfrentamiento entre ambos que no conduce a ninguna parte. Unos y otros deberían haber sido más diestros y constructivos intentando el mal menor de incómodas coincidencias en lugar del mal mayor de incompatibilidades que solo conducen al desierto.

Dios no lo quiera

Te puede interesar