Desaparecidos: herida abierta

Las heridas curadas, cicatrizadas no se abren. Sí, en cambio, aquellas sobre las que no se aplicó tratamiento, ni les dio el aire, y quedaron infectadas en carne viva. Nadie puede, pues, abrir una herida que se cerró, como tampoco hace falta nadie para abrir una que sigue abierta. Por inexperiencia, o por equivocación, Felipe VI pareció confundir en su discurso navideño las heridas y su tratamiento.
La herida que supone para miles de familias el tener a sus deudos desaparecidos desde los tiempos de la Guerra o desde los posteriores de la represión franquista, no hace falta que la reabra nadie, pues sigue abierta, toda vez que el Estado ha desatendido su obligación de restañarla mediante la búsqueda de sus restos para ofrecerles digna sepultura. Sólo entonces, cuando esas familias sepan dónde llevar las flores para perfumar el sueño eterno de los suyos, la herida social se cerrará, ya que no el dolor que acompaña toda pérdida.
España es el segundo país del mundo, tras Camboya, en número de desaparecidos, en torno a cien mil, y la ONU ha clamado innumerables veces contra la dejación institucional. No se trata, pues, de abrir viejas heridas, sino de la necesidad de cerrarlas. No censure, pues, el rey a quienes trabajan por su curación y amoneste a quienes se empecinan en lo contrario, cual hizo el Gobierno de Rajoy en la anterior legislatura. Por inexperiencia, o por equivocación, Felipe VI confundió la naturaleza, la dimensión, el estado y el tratamiento de la herida.

Desaparecidos: herida abierta

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