Pacíficos, relativamente

Si el procés de la facción independentista para la secesión de Cataluña ha sido, en general, pacífico, pudiera deberse, en alguna medida, a que dicha facción no creía precisar de la violencia para la consecución de sus fines, o, cuando menos, de la violencia gárrula, vandálica, que éstos días esparcen por calles y carreteras sus cachorros.
Es verdad que, salvo el acoso a una comitiva judicial y el destrozo de sus vehículos oficiales, salvo el hostigamiento a la Delegación del Gobierno y a los miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil, y salvo los numerosos casos de amenazas a políticos y jueces disidentes del siroco soberanista, el Govern insurrecto y sus masas partidarias no se habían producido con violencia, pero también lo es que no tenían la menor necesidad de hacerlo, toda vez que, habiéndose apoderado de las instituciones y de los resortes del poder, controlado el órgano de propaganda, adoctrinamiento y agitación (TV3), disponiendo de una fuerza armada adicta, los Mossos sujetos a una dirección independentista, y teniendo enfrente un Gobierno de la nación inoperante, ¿para qué salir a romper los escaparates de los colmados, a incendiar contenedores o a desmochar farolas? ¿Para qué arruinar la fachada pacifista, gandhiana, a ojos de Europa y del mundo?
Pero no deja de ser llamativo que ahora, cuando el independentismo no posee ni controla nada de eso (salvo TV3), sus juventudes, encuadradas en los llamados CDR, se hayan engolfado en la tarea, poco pacífica, poco cívica y nada republicana, de quemar neumáticos en las carreteras, asediar gobiernos civiles y cortar el tráfico, por no hablar de lo relativo a esa especie de guerrilla urbana a la que dichas juventudes se entregan con ardor. Igualmente curioso resulta que ni Puigdemont, en sus mensajes desde la cárcel a través de sus abogados, ni Torrent, el inquietante y como auto-electo president o conseller en cap, hayan condenado de manera abierta las actuales violencias de sus partidarios, ni hayan emitido llamadas unívocas a ese pacifismo del que presumían, sino antes al contrario.
La clave para que Alemania extradite a Puigdemont radica, al parecer, en los resultados de la dilucidación de si lideró o no algo, una rebelión, una sedición o una asonada, violenta, pero incluso dejando a un lado el hecho de que violencia no es sólo tirar piedras, sino también, a lo mejor, la imposición por las bravas, unilateralmente y con desprecio de la mayoría, del propio procés, no parece el asunto difícil de dilucidar. Pacifismo. ¡Cuántos desafueros se perpetran en tu nombre! 

 

Pacíficos, relativamente

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