Rastreadores

astrear las motivaciones por las que algunos desearían “desescalar” a lo Trump es más sencillo que rastrear los posibles nuevos contagios del virus a fin de prevenir un rebrote fatal de la pandemia que se ha cobrado ya la vida de centenares de miles de criaturas en el mundo. Para rastrear lo primero basta con seguir la nítida pista de la irresponsabilidad, el egoísmo y la codicia que conduce al sálvese quien pueda; para rastrear lo segundo se necesitan unos cuantos miles de avezados y perspicaces rastreadores.
Hace mucho, casi tres meses, cuando los contagios dejaron de ser “importados”, ya se debió organizar ese ejército civil que, con el máximo respeto a la intimidad de las personas, buscara entre ellas a los posibles infectados partiendo de los contactos que las primeras víctimas del Covid-19 hubieran podido establecer en su vida ordinaria. La falta de previsión, pero también la de iniciativa política por haber resignado absolutamente la gestión de la epidemia en los científicos y los epidemiólogos. Impidió que el Ejecutivo reparara en que ese ejército de rastreadores ya existía, bien que en estado potencial o embrionario: la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Ertzaintza, los Mossos d*Esquadra, los policías locales, los agentes de calle del CNI y los detectives privados.
Sólo había, como sigue habiendo, un modo de atajar la endiablada expansión del coronavirus: detectando rápidamente a los contagiados para proceder a su aislamiento y oponer así un cortafuegos a su propagación. Un policía es algo más que un guardia, un agente del CNI algo más que un oscuro personaje, y un detective privado algo más que un tipo que husmea en infidelidades matrimoniales y en fraudes a las compañías de seguros: algo saben todos ellos de investigación y de pesquisas. Saben, a poco que refresquen lo que aprendieron en las academias y apliquen lo que cada día aprenden en la calle, tirar del hilo, y de haber procedido a su pronta movilización en pos del objetivo prioritario de vencer al morbo, es muy probable que hoy no tuviéramos que lamentar tanta desgracia en todos los órdenes.
Ahora, cuando al fin parece que se repara en la necesidad de rastreadores, se sigue ignorando que ya los tenemos y que no hace falta improvisarlos. La Policía, las policías, que tan buenos servicios están rindiendo a la población, seguro que se entregarían con entusiasmo y pericia a esa misión que nadie aún les ha encomendado.

Rastreadores

Te puede interesar