Las víctimas del terrorismo en el centro de la polémica

Han pasado 20 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Mucho tiempo pero no el suficiente para curar las profundas heridas que causó el secuestro y la muerte del joven concejal de Ermua. 20 años que no han servido para aunar criterios sobre cual debe ser y cómo abordar el papel de las víctimas, de los que perdieron a sus padres, a sus hijos, a sus maridos, en una guerra cruenta que se ha demostrado inútil, sin sentido, pese a que se cobró cerca de mil muertos.
Gente cuyo único pecado fue vestir uniforme o pertenecer a alguno de los partidos del arco parlamentario, militantes o dirigentes del PP o del PSOE en su mayor parte, que de seguir viviendo estoy segura que se avergonzarían al ver cómo se utiliza su figura para sacar réditos políticos.
Prueba de ello es el lamentable espectáculo protagonizado por los representantes del PP y Ahora Podemos en el Ayuntamiento de Madrid.Que el PP trataría de polemizar con Manuela Carmena era de manual. Lo hacen siempre que tienen un problema, en esta ocasión el desfile continuo de imputados por los juzgados de la capital que les impide alzar la voz ante cualquier desmán de la oposición.
Y qué mejor ocasión que el homenaje a Miguel Ángel Blanco, al que se sumaron todos los grupos políticos pero no como a los populares les hubiera gustado. Dicho lo cuál hay que reconocer que Ahora Podemosles ofreció en bandeja de plata el argumento que necesitaban para desviar la atención sobre sus muchos pecados y así atraer los focos y la ira de algunos militantes que siguen al pie de la letra las directrices de Génova, hacia la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena. Una mujer perseguida por ETA, a la que tratan de embarrar al precio que sea.
Es indudable que la formación morada ha obrado muy torpemente al negarse a colgar en la fachada del Ayuntamiento una pancarta con el rostro de Miguel Ángel Blanco. Fruto de la nula relación que mantienen con el partido de Mariano Rajoy, pero a veces y ésta es una de ellas, hay que aparcar las diferencias para empatizar con el dolor de la familia, de los amigos y de todos aquellos que en un acto sin precedentes nos echamos a la calle para condenar unánimemente el terrorismo etarra, el asesinato de tantos inocentes.
Solo por eso, habría merecido la pena que unos y otros hubieran hecho gala de que ante los graves problemas que tiene la nación todos debemos remar en la misma dirección, la de la condena porque atrocidades como estas no se sigan cometiendo, pero también para evitar que el dolor de las víctimas se utilice con fines políticos, o de cualquier otro tipo.
A las víctimas hay que ayudarles a reconstruir sus vidas, y dejar que la justicia juzgue y condene a quienes apretaron el gatillo. Si hace 20 años a cualquiera de nosotros nos hubieran preguntado si creíamos que ETA seguiría matando a día de hoy, la mayoría habríamos dicho que sí. Y sin embargo la realidad es que ETA forma parte de nuestra historia más negra, de nuestro pasado, porque ha sido derrotada, y ese es el mensaje que hay que darles a los que no conocieron aquel horror. Ha ganado la democracia y han perdido los asesinos.

Las víctimas del terrorismo en el centro de la polémica

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