Faltaba la invectiva de Aznar. Pero no tardado en llegar, de nuevo a través de una nota editorial del último Cuadernos, publicación de la Fundación FAES que él preside. Una nota de tintes apocalípticos donde se proclama casi el entierro formal del PP, el final del bipartidismo dominante y la emergencia de nuevos partidos por haber conectado con los valores que Partido Popular y Partido Socialista han –dice– abandonado.
El panorama que traza del bipartidismo es catastrófico. En su opinión, PP y PSOE se habrían “despeñado juntos, abrazados el uno al otro”; “contumaces” en su camino descendente y en el “hundimiento” de los pilares que han sostenido el sistema durante cuarenta años; un bipartidismo “colapsado” que ha roto injustificadamente los anclajes que les permitían mantener el vínculo con los electores.
Nadie va a negar la fractura de los espacios electorales, aquí y en resto de Europa, ni el fenómeno de los emergentes, cuyo surgimiento tiene más y más profundas causas que el señalar como responsables a los partidos clásicos, tal cual con cierto simplismo hace la nota en cuestión.
En todo caso y aunque ha perdido presencia, el bipartidismo no está tan despeñado como se pretende. En las últimas municipales, por ejemplo, PP y PSOE se llevaron once millones largos de votos (el 52 por ciento de los emitidos) y más de 43.000 concejales (26.000 por encima de los logrados por otras casi cuarenta formaciones a lo largo y ancho de la geografía española). La derrota en Cataluña obedece a muy otras causas.
Así las cosas, el gran contrasentido de la nota Aznar/FAES es la justificación que hace de la fuga “masiva” de votos del PP a Ciudadanos por haber renunciado a ser lo que fue. El problema es que si los populares han dejado “a la intemperie a una parte muy significativa” de su electorado, el eventual nuevo refugio en el partido de Rivera los habrá de dejar (con perdón) en pelota picada.
Y es que por mucho que Aznar y FAES se empeñen en considerar a C´s como un partido “con lenguaje y agenda clásica del centro derecha”, lo cierto es que de ello no sólo no tiene nada, sino todo lo contrario. Al margen, en efecto, de la agenda territorial y económica, los modelos de sociedad son bien distintos, como lo atestiguan las respectivas posiciones en sede parlamentaria y otros foros. Por no hablar de la enorme mayor comodidad con que Ciudadanos se mueve en sus relaciones con la izquierda (léase Andalucía)
La clave, pues, de la para mí injustificada superconsideración que el ex presidente está teniendo con Rivera hasta el punto de convocarlo como invitado estrella en cursos de verano y escuelas de líderes, habrá que buscarla no en cuestiones programáticas o ideológicas, sino en el antirrajoyismo que profesa. Es –dicho en palabras llanas– una manera de atizar a Rajoy.