BUSCANDO CULPABLES

Vecino que soy de la zona, no resulta difícil ser testigo de cómo, a media mañana, en el tiempo del bocadillo escolar un grupo de chicos  procedentes de un colegio próximo ocupan el área de juegos infantiles de una plaza céntrica de nuestra ciudad  para disfrutar del recreo maltratando unos equipamientos  públicos en absoluto dimensionados para ellos.
Muchachos ya no tan muchachos que se columpian con toda la energía que les asiste en unos cubiletes semiesféricos pensados para un niño o dos, pero que ellos utilizan de cuatro en cuatro. Suben y bajan veloces y poderosos en medio del regocijo propio y de los compañeros que festejan las peripecias voladoras. No sería raro que suceda algún percance; que algún día un muchacho de aquellos salga despedido del artilugio, víctima del impulso. O que  ceda alguna de las piezas por causa del sobrepeso y la fatiga mecánica. Será entonces el tiempo inútil de las lamentaciones y, como viene siendo habitual, de buscar responsabilidades en otras instancias: en el Concello, en la concesionaria del mantenimiento, en la dirección del colegio o en el lucero del alba, con tal de no reconocer las incumbencias intransferibles de los protagonistas. Es lo que está sucediendo con el episodio de los Riazor Blues. Nos hemos puesto a dilucidar si lo sabía o no la Policía y a intentar señalarla como culpable de lo acaecido  por no haber montado una actuación preventiva en tiempo y forma, cuando parece evidente que las responsabilidades están en muy otro sitio. Están en los propios actores de los desmanes, que tenían todo  medido para eludir controles, tal como muy probablemente ha sucedido en ocasiones anteriores, y en la patología social que subyace en ese divertirse con la violencia. Habrá que dejar constancia de la tolerancia cero que ante aquélla debe existir tanto en el fútbol como en todas las facetas de la vida. Pero subrayado esto y aparte del dolor que toda muerte produce, me atrevería a sugerir que por la actuación de una minoría no se estigmatice a los Riazor Blues como colectivo, como está sucediendo. Como es bien sabido, se trata de una afición que, aun con sus excesos en los cánticos y en otras pocas y pequeñas cosas, viene distinguiéndose desde hace tiempo por mantener vivo al equipo tanto en la salud como en la enfermedad. El deportivismo les debe mucho a los Blues. No digo que ello les pueda perdonar todo. Pero sí es de lamentar que no hayan sabido desprenderse de los violentos y que eventualmente llegaran a disolverse como tales.

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