Cien días de desgobierno

Recién salidos de las Navidades y tras ocho meses de Ejecutivo en funciones, el pasado 7 de enero el Congreso investía a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Una apretada votación de 167 a favor, 165 en contra y 18 abstenciones conformaba la mayoría más estrecha de la democracia. Seis días más tarde tomaría posesión el Ejecutivo PSOE-Podemos, primero de coalición desde la restauración de la democracia. 

Se han cumplido, pues, tres meses largos de gestión y tal como, medio en broma, le pronosticó a Pedro Sánchez el jefe del Estado, Felipe de Borbón, después de aquellas iniciales fechas solemnes y gozosas vino, en efecto, “el dolor”. Ni la fortuna ha respetado el clásico periodo de cien días de gracia que suele concederse a todo Gabinete que vela sus primeras armas. 

Han pasado cien días que parecen diez años por la cantidad de cosas que han sucedido desde entonces. Pero no habrá que echarle en exclusiva las culpas a la pandemia que se les vino encima sin apenas tiempo para tomar asiento y que les ha dejado k.o. 

Cada semana ha tenido sus episodios polémicos. La última, la de los cien días conmemorativos, ha sido especialmente turbulenta y ha cerrado un cuadro definido por la improvisación, descoordinación, gobernanza a salto de mata, palos de ciego, rectificaciones sobre la marcha, caos de datos, falta de criterios claros y una enorme perplejidad sobre quién en verdad está al mando de la situación.

En definitiva: poderes máximos, eficacia mínima y desgobierno. El episodio del levantamiento de la larga clausura obligada para los niños ha sido la gota que ha colmado el vaso. La propuesta inicial de Moncloa no se le hubiera ocurrido ni, como dice el refrán, al que asó la manteca. 

Por otra parte, la alianza con un Pablo Iglesias, ávido de poder y notoriedad, ha sido desde el minuto uno la fuente de los mayores conflictos. Más que un Gobierno de coalición ha resultado ser un Gobierno de colisión. Aquella voz única que se prometía ha quedado en nada.

De los cien días de mandato, un tercio de los mismos han pasado bajo la declaración del estado de alarma. En este tiempo Pedro Sánchez ha intentado por todos los medios sacudirse de encima el enorme problema escurriendo el bulto; repartiendo responsabilidades para salir lo más indemnes posible él y su Gobierno. Pero no lo ha conseguido. 

Suele hablarse de que de las grandes catástrofes los gobernantes de turno salen trastocados. Pero no es cierto. Sin ir muy lejos, en esta enorme crisis sanitaria y económica del virus chino estamos viendo cómo la señora Merkel en Alemania, Macron en Francia y Conte en Italia han subido no pocos enteros ante las respectivas opiniones públicas, mientras que Pedro Sánchez no se ha levantado de la lona. La crisis les ha venido enormemente grande a él y a buena parte de su Gobierno. 

Cien días de desgobierno

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