Dineros autonómicos

Hay veces en que afirmaciones rotundas y reiteradas en exceso más que despejar incógnitas lo que hacen es suscitar mayores interrogantes. Es lo sucedido tras la reunión que los barones populares mantuvieron el pasado lunes en la sede de Génova con la cúpula del partido y parte del Ejecutivo.
Y es que cuesta creer que al margen del orden del día oficialmente previsto, no hablaran de “política, política”. Es decir, ni de las agotadas relaciones con Ciudadanos, ni de las encuestas que van más allá de constituir una radiografía del momento, ni de los procedimientos judiciales por casos de corrupción, ni de la parálisis de un Gobierno que, al margen de la crisis catalana, con 137 escaños y un teórico socio revenido en opositor muy poco puede hacer. Pero en fin, así dicen que fue.
El problema es que incluso en la cuestión con más transparencia pública abordada cual fue la financiación autonómica, casi han quedado más dudas que certezas. El ministro Montoro ha asegurado que no habrá quitas en la deuda regional y nuestro Feijóo, abanderado de la idea, lo ha celebrado.
En realidad, el titular de Hacienda se limitó a trasladar lo que es una obligación impuesta por Bruselas. Quitas propiamente dichas, no. Pero apenas recogidos los bártulos en Génova, con su habitual alambicamiento Montoro dejó abierta la puerta a algún mecanismo que dé oxígeno a las comunidades: es decir, a una reconsideración, restructuración, alivio, reducción o como quiera llamárselo de la deuda con el Estado: 280.000 millones de euros en números redondos.
Cuándo y cómo: cuando Gobierno y partido puedan sacar a la medida el rendimiento político debido (¿elecciones 2019?), no irriten a Bruselas y elaboren algún modelo a la carta por tramos, tiempos u otras variables. Porque digo yo que no podrán tener las mismas deferencias quienes han cumplido (Galicia), quienes objetivamente padecen una mala financiación (Valencia llora con desconsuelo) y quienes se han gastado los dineros prestados (Cataluña) en veleidades independentistas.
De momento, y tal vez en espera de que se resuelva el atranco catalán, Rajoy ha enviado por delante a sus barones. Les ha pedido que elaboren entre ellos una propuesta de financiación autonómica para hacérsela llegar luego al Partido Socialista y, debidamente negociada con éste, presentar el proyecto de nuevo modelo ante el Consejo de Política fiscal y financiera, que es quien tendrá la última palabra. ¡Largo lo fiais!
Al final, la deuda bien podría seguir siendo la misma, aunque cambiada de cajón: de las regiones, al Estado, Esto es: repartida de otra manera, lo cual tampoco es que sirva para forzar a los incumplidores a ajustar gastos e ingresos ordinarios.
Las deudas, con todo, habrá que pagarlas. Perdonarlas o hacerlas total o parcialmente perpetuas, es decir, sin obligación de devolución ni vencimientos, constituye un perverso incentivo para repetir en el futuro malas prácticas harto conocidas.

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