El injusto quinto aviso

Nunca he entendido mucho a esos versos sueltos de la política que, desde la militancia partidista, hablan fuera de donde deben y normalmente a destiempo. Es lo que ha sucedido con el expresidente José María Aznar y ese  su “quinto aviso” a Mariano Rajoy a propósito de los malos resultados cosechados por el Partido Popular en las recientes elecciones catalanas. 
Una dura admonición en plena resaca postelectoral,  hora y media antes de que barones y altos cargos se sentaran a la mesa del comité ejecutivo del partido para hacer la correspondiente reflexión y, sobre todo, a tres meses de unas elecciones generales.  
La verdad es que el expresidente mucho no puede hablar. Porque también tiene su techo de cristal a la hora de exigir firmezas frente al nacionalismo. No hay más que recordar los apasionados arrumacos que hizo a Cataluña y el alto precio que pagó a Jordi Pujol para asegurarse el apoyo (1996) en su investidura como presidente del Gobierno en minoría. O el susto que se llevó el más que curtido Xabier Arzallus cuando por las mismas fechas hubo de pellizcarse para comprobar que iba en serio la oferta de reforzar el concierto económico vasco. 
Así las cosas y aun a contracorriente de lo políticamente correcto, me pregunto si en las elecciones del día 27 cabía esperar otra cosa para el Partido Popular. Creo que no. Por varias razones. Pero, sobre todo, porque sobre su cabeza penden desde hace tiempo en Cataluña varios estigmas. 
Como por ejemplo: haber presentado el recurso de inconstitucionalidad sobre el estatuto de 2006; haber llevado ante la Justicia constitucional y ordinaria no pocas leyes e iniciativas, como el referéndum ilegal de noviembre último; haber promovido la reforma al alto tribunal para que sus sentencias se cumplan; haber cargado con las culpas de recortes propios y ajenos y, al final, ser el siempre malquerido “Gobierno de Madrid”. 
¿Pudo haberse comportado de otra forma el Partido Popular? Creo que no. Creo que actuar así fue y sigue siendo su inexcusable obligación. En aras de evitar conflictos políticos, un partido y un Gobierno no pueden mirar para otro lado cuando se viola la ley. Los tribunales les van dando la razón, aunque resulta inevitable que a corto plazo el electorado pase su factura. ¿Qué  otra cosa, como digo, se podía esperar? Era una derrota más que anunciada incluso en los severos términos en que se ha producido.
Según el expresidente Aznar, el PP no lo tiene fácil. No hace falta ser un gurú de la política para hablar así. Lo que sucede es que con manifestaciones tan inoportunas y en algunos aspectos tan poco indulgentes como las suyas, lo tendrá peor. No sé con ello quién gana.

El injusto quinto aviso

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