Jornadas europeas

La Unión Europea ha perdido de momento la principal pelota de partido de las tres que esta misma semana habían de solventarse en su cancha: los británicos han decidido abandonar las instituciones comunitarias. Otra la ha ganado. Se trata de la sentencia del Tribunal Constitucional de Alemania sobre las compras masivas de bonos soberanos en el mercado secundario por parte del Banco Central Europeo (BCE) que tanto alivio causaron en los mercados.
Queda por cerrar el tercer match ball de lo que se ha llamado “semana de vértigo” para la UE. Son las elecciones generales de hoy en nuestro país; una cita que no tendrá marcador definitivo hasta dentro de unas semanas o meses cuando los partidos concluyan –si es que lo logran– el inevitable pacto de gobernabilidad.
Cierto es que desde su ingreso en 1973 en la CEE el Reino Unido ha sido siempre un socio incómodo. Siempre ha ido por libre. Y no ha salido malparado. Obtuvo el célebre cheque británico como compensación de la aportación a los fondos agrícolas, no se ha integrado en el euro, no acepta la aplicación del principio de libre circulación de personas (el espacio Schengen), en los propios grandes Tratados de la UE tiene reconocidas importantes excepciones, y es reticente a supeditar su diplomacia al consenso del resto de la Unión.
Por otra parte, y aunque la mitad de su comercio exterior sigue siendo con países de la UE, tal trayectoria va a menos a medida que las empresas británicas se reorientan hacia Norteamérica y a los mercados emergentes de Asia. Con la cuarta cifra de paro más baja de Europa, su economía es una de las más dinámicas y vigorosas. Si nunca han sido muy europeístas, ahora tienen mucha menos necesidad del viejo continente que hace cuarenta años.
No obstante, con el brexit se abren tanto allí como aquí dos/tres años de turbulencias e incertidumbres de todo tipo mientras se gestiona el complicado proceso de desconexión. Y aunque el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha sido tajante con su advertencia de ·”fuera es fuera”, como cerrando la puerta a cualquier renegociación, cuesta creer que ambas partes no lleguen antes o después a un acuerdo que restaure en lo posible los puentes.
No sé, con todo, si no habrá llegado el momento de plantearse una Unión Europea no tanto como a la carta, pero sí de varias velocidades, con niveles de integración diferentes. Muchos son ya hoy los países integrantes de la UE, lo que, al ser tantos y tan diversos los intereses, inevitablemente propicia una falta cohesión interna. Lo están demostrando así la crisis de los refugiados y el parón institucional que de un tiempo a esta parte se vive en las instituciones.

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