Negociar con golpistas

Debe de ser este el primer Gobierno del mundo mundial que negocia con golpistas y que lo hace además en caliente; es decir, cuando la hoja de ruta independentista sigue viva y con trece procesados por rebelión por medio, catorce por malversación y diez por desobediencia.
A pesar de todo, Sánchez recibía el lunes con una prontitud innecesaria y con toda afabilidad, visita turística al complejo monclovita incluida, al desafiante presidente catalán Quim Torra como si nada muy grave hubiera sucedido. Pocas veces, en efecto, un Estado democrático de nuestro entorno habrá tenido que soportar semejante grado de entreguismo como el exhibido por un Gobierno como el que preside Pedro Sánchez.
Supongo que fueron muy muchos los españoles –entre los que me encuentro- que a esa hora tan impropia como la sobremesa para digerir disparates, sintieron el lunes una mezcla de desazón, vergüenza ajena y enojo ante el espectáculo ofrecido por uno y otro personaje. Pero si he de ser sincero, me preocupó más Sánchez que Torra. Porque de éste no se podía esperar más que su irreductible apelación al llamado derecho de autodeterminación y su abogacía por los correligionarios presos y huidos de la Justicia. Pero del actual presidente del Gobierno cabe aguardar cualquier cosa por mucho que en público enarbole la Constitución y asegure rechazar proposiciones con ella incompatibles.
Y es que Sánchez y el Partido Socialista que lo sustenta están dispuestos a pactar con el independentismo catalán cueste lo que cueste. Transitarán por caminos tortuosos y oscuros hacia lo que los golpistas pretenden, pero llegarán a la confluencia y, como en tantas otras ocasiones, disfrazarán debidamente el sucedáneo. Y contarán con el silencio cómplice de los barones del partido que, en todo caso, alzarán la voz a toro pasado, como sucedió con el Estatuto catalán de 2006. Terrible, aunque esclarecedora es la máxima proclamada hace unos días por la inefable portavoz del Gobierno, Isabel Celaá: una cosa es la ley y otra la política.
A mi entender, Sánchez y el Partido Socialista no son de fiar. No habrá que olvidar el precedente de la negociación con ETA: mientras que en público propiciaban con el Gobierno Aznar un frente antiterrorista, con la otra mano negociaban bajo cuerda con la banda terrorista, arrastraban las togas por el polvo del camino y daban el chivatazo a los cobradores de la banda para que no fueran sorprendidos por las fuerzas de seguridad del Estado que tras ellos andaban.
Al fin y al cabo, el PSOE es un partido centenario que siempre se ha entendido bien con radicales y violentos y que en esta ocasión ha de corresponder además a sus hermanos catalanes, a los que Sánchez tantos apoyos debe. Un PSC, por cierto, que por boca de su primer secretario, Miquel Iceta, ha llegado a pedir el indulto para los golpistas.

Negociar con golpistas

Te puede interesar