A partir de hoy

Lo han querido revestir de patriotismo, altura de miras y sentido de país; de altruismo en favor de la salud de la democracia representativa y su credibilidad social; de servicio a los intereses de España y de los españoles. Pero no. La realidad ha sido mucho más prosaica.
Si al final un dividido PSOE ha optado por desbloquear la larga interinidad padecida y permitir la investidura de Rajoy ha sido por razones de partido: porque no le interesaba que hubiera elecciones ahora; por el batacazo electoral que le esperaba. Por no tener, no tenía ni candidato. El PSOE ha pensado, pues, más en sí mismo que en otra cosa. Todo lo demás es tramoya. La pregunta que la semana pasada hacíamos sigue siendo, por tanto, válida: ¿qué PSOE amanecerá hoy?
Difícil lo tienen todos de cara a este nuevo tiempo que comienza, pero especialmente el Partido Socialista. Este habrá de ejercer una oposición a tres caras: una mirando al PP, cohabitando en los asuntos fundamentales, pero evitando cualquier impresión de entreguismo; otra, de cara a Podemos y al flanco izquierdo del arco parlamentario para que no le invada el terreno. Y una tercera, de cara a sí mismo para recomponer la unidad, sin irritar más a la militancia disconforme, pero también sin marginar otras sensibilidades internas.
El PSOE necesitará tiempo para justificar ante militantes y votantes que el copernicano giro hacia la abstención ha resultado positivo; que ha sido factor decisivo en las reformas que pudieran haberse aprobado. Un tiempo que sólo puede darle el PP porque a ambos, aunque por razones distintas, les interesa una legislatura fructífera.
Al Partido Socialista, entre otras cosas, porque tiene que agruparse, rehabilitarse, rearmarse ideológicamente y cortar las alas al populismo emergente para así recuperar al electorado de izquierda. Pero con el PP no puede tirar en exceso de la cuerda porque Rajoy puede muy bien optar por disolver unas Cortes impracticables y convocar elecciones.
Al PP le espera una legislatura de infarto y una gobernación casi imposible. Después de oído lo oído en el pleno de investidura, así va a ser. De predicar la gran coalición entre las fuerzas constitucionalistas, Rajoy y el PP se ven metidos en la gran oposición; en un Gobierno sin garantía alguna de continuidad. De un Gobierno en funciones ha pasado a ser un Gobierno maniatado.
Tendrá que hacer bolillos de encaje diarios, porque desde Ciudadanos hasta el extremo de la Cámara le exigirán por tierra, mar y aire que desmonte todas sus medidas de anteriores legislaturas. Ni PSOE ni el predicador Rivera deberían aspirar a ello ni el PP aceptarlo. Lo que faltaba es que él mismo participara en la demolición de su propia obra.

A partir de hoy

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