Tercera vuelta para Macron

Hasta ahora desconoce el fracaso. Pero cuando este mediodía sea investido como octavo presidente de la V República Francesa, habrá comenzado para Emmanuel Macron lo más duro de su fulgurante carrera política. Tiene cinco semanas para convertir su movimiento político, creado apenas hace un año, en un vehículo capaz de alcanzar en las legislativas de mediados de junio próximo una cómoda mayoría en la Asamblea Nacional o establecer unos equilibrios parlamentarios que no le hipotequen demasiado y que le permitan a él y a su Gobierno poner el país realmente “en marcha”, tal como rezaba el lema fundacional de su proyecto.
Macron no es el hombre que camina en solitario, al modo de como lo escenificó en su primera comparecencia como presidente electo la noche del domingo pasado en el patio del Louvre. Sus apoyos económicos y políticos son poderosos. Tiene el favor de todo lo que cuenta hoy en el mundo occidental. Pero electoralmente es otra cosa: es un presidente frágil.
Nunca en la V República un presidente había ganado con tanta ventaja. Pero tampoco nunca, con la excepción de las presidenciales de 1969, la abstención y el voto blanco y nulo habían sido tan altos: más de 16 millones sobre 47. En realidad, según cálculos postelectorales, sólo 10 de los 21 millones recibidos lo fueron de adhesión para el nuevo presidente. Los demás llegaron fundamentalmente de quienes en la segunda vuelta quisieron frenar a la señora Le Pen.
Los apoyos de Macron han sido urbanos; de la llamada Francia que gana, de la burguesía adaptada a la globalización y de los sectores sociales favorecidos, mientras que los de la señora Le Pen han procedido de la Francia periférica, alejada de las metrópolis, que viven en zonas socialmente en agonía y que se sienten víctimas de la globalización; un poco al estilo del “cinturón del óxido”, donde triunfó Donald Trump. La vertiente atlántica ha sido particularmente propicia para el primero, mientras que la segunda ha tenido sus mejores resultados en el norte y en la costa mediterránea.
De acuerdo con los pronósticos, en las legislativas del mes que viene Macron se va a encontrar de nuevo con el mapa político que dibujó la primera vuelta de las presidenciales: cuatro bloques casi parejos con un 20 por ciento del voto cada uno. Esto es: su propio partido, ligeramente destacado del pelotón; el Frente Nacional de Marine Le Pen, derrotado, pero en alza; los conservadores, la derecha tradicional, que no tendrán la mala fortuna de su candidato fallido de la primera vuelta, y la izquierda altermundista y ecologista de Jean-Luc Mélenchon, que cuenta con el voto sociológicamente mejor repartido.
Habrá que ver cómo Macron logra romper ese dibujo. Lo más duro, como digo, habrá empezado: poner manos a la obra de superar la fractura social y territorial que divide a Francia.

Tercera vuelta para Macron

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