Una cara investidura

res han sido los grandes pactos que el Partido Socialista ha suscrito para apuntalar la candidatura de Pedro Sánchez y asegurar la investidura. El primero, para el Gobierno de coalición con Podemos (50 páginas). El segundo, con el PNV (folio y medio). Y el tercero, con Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) para propiciar la abstención de los independentistas de Junqueras en la votación del martes a cambio de una negociación del llamado “conflicto catalán” (un folio escaso).
Como puede deducirse, cuanto mayor ha sido el alcance político de los acuerdos logrados mayores  han sido el secretismo y la opacidad en torno a los mismos. A decir verdad, el menos novedoso ha resultado ser el primero, que ha venido a ofrecer lo de siempre: hachazo fiscal, derogación de la reforma laboral y de la LOMCE educativa, control del alquiler, subida del salario mínimo y blindaje al alza de las pensiones. Nada, como digo, que no se hubiera barajado ya en otros momentos entre ambos interlocutores.
El acuerdo con el PNV ha sido otro cantar. Ha tenido la atípica y atrevida novedad de haber pactado competencias (tráfico y otras) para una comunidad fraterna, pero ajena como Navarra. Y la alevosía, de haber comprometido para sí y para Cataluña las modificaciones legales necesarias de cara a acomodar la estructura del Estado al reconocimiento de “los sentimientos nacionales de pertenencia”. 
Todo muy farragoso y críptico, muy propio de las deslealtades y dobleces peneuvistas, pero que apunta a una superación del marco constitucional vigente y al reconocimiento de País Vasco y Cataluña como naciones y con soberanías compartidas.
Hay que reconocer, finalmente, que el acuerdo con ERC es más tajante, pero, aunque no faltan eufemismos, también es más claro: bilateralidad, conflicto político, en quince días mesa de diálogo entre Gobiernos sin límites para los temas a tratar, y referéndum sólo en Cataluña sobre los acuerdos a que pueda llegarse. Cero referencias a la Constitución, suplantada ahora por el marco de un “sistema jurídico-político” que no se sabe muy bien qué puede ser y a dónde puede derivar.
La ventaja de las gentes de Junqueras es que filtran más y mienten menos que los socialistas. Ya irán, pues, los primeros aclarando cosas. De todas formas, muchos se habrán preguntado cómo para haber llegado hasta el punto de dar por buenas todas y cada una las reivindicaciones  de los golpistas condenados, no se cerró mucho antes el acuerdo. Más que a negociación todo ha sonado ahora a humillante claudicación.
Veremos hasta dónde a la hora de la verdad se pueda llegar, porque el papel lo aguanta todo. Pero sea como fuere, Pedro Sánchez y el Partido Socialista se habrán asegurado la continuidad en Moncloa, a la que sin el menor escrúpulo han sacrificado todo. Luego, Dios dirá. Tiempo tendrán ellos y sus abundantes terminales mediáticas para echar a la derecha la culpa del eventual fracaso.

Una cara investidura

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