No aprendemos

Les hablo hoy de la educación deportiva, de cómo entender un aprendizaje cada vez más competitivo y que transcurre en un mundo donde, lejos de respetar el talento innato de los más pequeños, lo acaban ahogando, despreciando lo emocional y el instinto que uno tiene en favor de la falsa e incomprensible exigencia. Esto supone, entiendo, un desperdicio del talento tremendo en un deporte, el fútbol, cómo no, donde a la hora de enseñarles, se exhibe un enorme exceso de pasión lo que trae consigo que acabemos subestimando su potencial y frenando su desarrollo.
¿Y a qué viene esto? Fui testigo involuntario en uno de los campos de La Torre como un padre enseñaba a su hijo a darle al balón, a controlarlo, tirar a portería, cómo se desenvolvía, qué pensaba en semejante escenario… Me avergonzaba el espectáculo que estaba dando aquel hombre con frases fuera de lugar quedándome con una que resume su despreciable respeto  hacía un niño que solo deseaba divertirse un rato: “Si soy el entrenador te ibas a cansar de chupar banquillo”. Este es el mundo, diría que cruel, en el que los padres piensan que tienen un Messi en su casa. Qué pena. En este contexto recurro a una ejemplar reflexión que en las páginas de “El Mundo” hace el ex ciclista Perico Delgado sobre cómo se reacciona ante situaciones similares repletas de ambición y egoísmo: 
“Estamos enseñando a ganar cuando deberíamos enseñar a perder. Porque, sencillamente, ocurre más. Yo corrí once Tours y solo gané uno. A lo que está acostumbrado el deportista es a convivir con la derrota. Pero estamos creando una sociedad de iconos victoriosos y nos olvidamos de la cantidad de trabajo y de derrotas que son necesarias para lograr una sola victoria. Ganar es el objetivo, pero no es lo que define al deportista. Lo que le define es todo el trabajo que hace para intentar ganar. Lo logre o no. Cuando yo era segundo o tercero en el Tour, se vivía como un auténtico éxito. Ahora eres segundo y te dicen que sí, que bien, pero que has perdido. Me da pena que estemos creando una sociedad donde solo vale ser el número 1” ¡Qué grande Perico!

 

No aprendemos

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