¡Cuidado, señoras!

Resulta que, para cambiar el “régimen socialista” en Andalucía, una fuerza marginal como Vox pretende imponer la supremacía del macho alfa y obligar a las mujeres a volver a las cavernas. Para ello, si es preciso, se falsean los datos de la violencia machista, intentando equiparar las 488 mujeres asesinadas en los últimos ocho años, con los 58 hombres. Se pretende dotar a “maltratados” de ayudas públicas para que superen la lacra de las “denuncias falsas”. Cuando que la primera víctima de este año es, de nuevo, una mujer de veintiséis años de Cantabria que, como el setenta por ciento de las asesinadas, no había presentado denuncia previa. Pero el argumentario es lo de menos. Lo grave, lo gravísimo, es el nuevo intento de recortes en los derechos y libertades de la mitad de la población a manos de la extrema derecha, gracias a la tolerancia de dos partidos constitucionalistas que están dispuestos a pagar cualquier precio por mandar en Andalucía.
La postura tolerante de Casado es más o menos lógica. Abascal fue su compañero de partido en el PP, comparte alguno de sus postulados ideológicos, son amigos, y forman parte de esa franja de edad de hombres que se sienten amenazados por el feminismo. ¿Pero Rivera e Arrimadas...? ¿De verdad pueden suscribir o tolerar semejante barbarie, solo por ocupar la vicepresidencia de la Junta de Andalucía? Seguramente no son conscientes de que el silencio cómplice ante el intento de derogar la Ley contra la violencia de género es una malísima inversión. Sus votantes no les van a perdonar que los principios puedan entrar en almoneda por unas migajas de poder. La imagen de Egea, facultado por Casado para negociar con Vox el Gobierno de Andalucía, les deja en un papel de comparsas, porque están arrojando su imagen a las alcantarillas a cambio de nada. Ellos pactaron con todas las fuerzas políticas en el Congreso la Ley contra la violencia de género, en vigor en todo el territorio nacional. Por lo tanto, la derogación de la norma andaluza, como exige Vox, no va a tener efectos prácticos.
Cuando Abascal hizo esa campaña de imagen a lomos de un caballo, al estilo de “vuelve el hombre” pero en cutre, provocó reacciones hilarantes. Pero estaba lanzando un mensaje a esos hombres acomplejados de que se iban a pisotear y revertir los tímidos derechos que la democracia había puesto en manos de las mujeres. Las 976 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas no merecen para Vox la misma consideración que las víctimas del terrorismo a quienes con tanto ardor protegen y defienden. Más de la mitad de la población ya sabe a quién no debe votar nunca.

 

¡Cuidado, señoras!

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