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El júbilo que desbordó las calles aquél 14 de Abril, jornada revolucionaria que se saldó sin un herido leve, celebraba no tanto el fín de la monarquía como el inicio de un futuro de fantasía, prosperidad y democracia que requeriría, para irse escribiendo, la pluma y el estilo de todos y cada uno de los españoles.La alegría de vivir, consecuencia de la determinación de un grupo de brillantes intelectuales y de millones de “trabajadores de toda clase” de elevar a los hasta entonces súbditos a la muy superior condición de ciudadanos, llegó en un momento de la historia, 1931, en que el mundo, y España como parte de él, padecía agobiado y taciturno los rigores de la brutal crisis económica del “crack” del 29.