Totalitarios sin ejército

Observando a la presidenta del Parlament actuar como estricta gobernanta, e interpretar el papel con tal convicción, me surgió esa inquietante pregunta de si el totalitario nace o se hace. No cabe duda de que se necesita un carácter autoritario de principio, y esos agravios que el resentido acumula en su biografía para llegar a ser un totalitario de provecho, aunque, luego, el medio ambiental sea propicio.
Nuestra estricta gobernanta siempre ha mostrado vocación. Cuando era concejal del Ayuntamiento de Sabadell, según cuenta Fernández Barcelona, quiso ser jefa directa de los guardias municipales, pero sus propios compañeros de Esquerra le aconsejaron al alcalde que no accediera a la petición, porque la encontraban demasiado autoritaria. Y la verdad es que, el miércoles, solo faltó que llamara a los guardias para que hicieran callar o expulsaran a algunos diputados que no se mostraban genuflexos ante sus órdenes. 
Desde el gesto a la acción, desde la expresión resentida hasta la manera de hablar, la estricta gobernanta se mostró sin disimulos como una autoritaria de provecho, que en esa dictadura que quieren pergeñar a través de la ley de transitoriedad, brillaría con luz propia y sería ejemplo a seguir del nacional-totalitarismo catalán.
En Venezuela, Maduro, sin necesidad de una ley de transitoriedad, ha llevado a cabo un autogolpe de Estado sustituyendo a los diputados elegidos democráticamente por una Asamblea Nacional a sus órdenes. Pero, claro, Maduro tiene a un ejército obediente y corrupto, que cobra del narcotráfico y no le molesta. El problema del totalitario es cuando carece de fuerza para respaldar sus arbitrariedadades y sus micciones sobre leyes y reglamentos. Es como soltar a un carnívoro en una frutería o a un vegetariano en un asador argentino. 
A los totalitarios no les desanima ver el Parlamento medio vacío, ni dividir el país en dos, porque saben que una vez con el poder absoluto todos irán entrando en razón y se darán cuenta de que estaban equivocados. Y están en lo cierto. En la dictadura de Franco todos éramos afectos a la Secretaría General del Movimiento por obligación. Lo terrible, lo patético, es contemplar a estos totalitarios de vocación, sin un ejército que les respalde, ahondando en el esperpento. 

 

Totalitarios sin ejército

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