¡Él quiere hacer ‘periodismo crítico’!

Ya no es un secreto: se viene hablando de ello desde hace semanas, y este viernes incluso constituía la portada de un periódico madrileño, el ABC, de la mano de un informador tan solvente como Javier Chicote. Pablo Iglesias, candidato sorpresa en las elecciones madrileñas, va diciendo por ahí, incluso ante micrófonos, que su futuro no es la política, sino seguir dando clases en la Universidad y... ¡dedicarse al periodismo crítico!, dicen que de la mano del controvertido administrador único de Mediapro, Jaume Roures. Combinación explosiva, que me hace preguntarme si, en el fondo, no acabaremos prefiriendo a Iglesias en su declinante carrera política que agitando a su modo las ya turbulentas aguas del país con su peculiar concepción de la información.


Creo que es llegado el momento de que los periodistas empecemos a reivindicar nuestros propios espacios. Que no pasan ni por el periodisno-ciudadano ni por el ‘periodismo’, entre comillas, de los políticos que pretenden, y logran, ocupar cada día más espacios en los medios. Mientras, el papel de los profesionales del sector disminuye porque los protagonistas de las noticias quieren conectar directamente, a su libre arbitrio y sin cortapisas, con la ciudadanía. Sin ‘molestos intermediarios’ que traten de ordenar y poner sentido común al proceso, es decir, esos periodistas que de todo quieren enterarse, analizarlo y contarlo de una manera profesional. O sea, ‘periodística’ en el mejor sentido de la palabra. La campaña de Madrid, y desde luego la anticampaña de Unidas Podemos con Iglesias aún al frente, es todo un ejemplo de lo que no debería ser la relación entre los actores políticos y los profesionales de la comunicación, en general. Pero el caso de Iglesias, que hasta enviaba sus intervenciones ‘enlatadas’ a los medios de comunicación, que se ha negado a conceder entrevistas a los medios que no le gustan -que son muchos--, que incluso ha lanzado vídeos atacando a periodistas concretos, muchos de ellos por cierto, entre los más respetables del país, es, ciertamente, un caso especial. Si el ‘periodismo crítico’ es atacar, insultar y denigrar, a veces de la manera más zafia, a los periodistas que no te gustan o a los que no les gustas, que no son pocos, apaga y vámonos: periodismo, señor Iglesias, es otra cosa. No me extraña que la gente, harta de cómo discurren las cosas, de la falta de transparencia, de las malas formas, busque otros referentes de derecha a izquierda. Pero, como ahora toca hablar de esta última, señalaré el caso verdaderamente extraño de lo que está ocurriendo con la candidata de ‘Más Madrid’, Mónica García, una mujer que sin duda tiene más carisma que su jefe político, Iñigo Errejón, a quien desplazará si las cosas marchan como deben. La señora García carece de facultades extraordinarias, más allá de proclamar su ‘normalidad’ en un mundo cada día más anormal, y tampoco es que derroche ecumenismo en su trato con los medios de comunicación, y sé bien lo que digo. Pero su meteórico ascenso en las encuestas, que la hará dar el ‘sorpasso’ el 4 de mayo a un Iglesias decadente, resulta altamente significativo de un rechazo, desde la izquierda, a determinados formas de comportarse, de ser y de estar. O de no ser ni estar.


Lo que más me va a costar es considerar ‘colega’ a este Pablo Iglesias que pretende ser intruso en una profesión que queremos que siga siendo decente y respetable. Pablo, anda, sé bueno y recoge tu acta en la asamblea -si es que la consigue, que será que sí-, sigue en política, donde ya se te conoce y no tienes, obvio, nada que hacer ya. En el periodismo, por cierto, tampoco.

¡Él quiere hacer ‘periodismo crítico’!

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