Lo único que valdrá hoy, al final, será el marcador

Se le atribuye al célebre Albert Camus una frase que he asumido como axioma: “Todo cuanto sé con mayor o menor certeza de la moral y las obligaciones de los seres humanos, se lo debo al fútbol”. Ciertamente, durante un partido, durante una temporada dentro del vestuario de un equipo, durante un entrenamiento o durante una charla previa a un encuentro, he aprendido más sobre las conductas y las almas de las personas que en cualquier otro ámbito de mi vida.

Hoy va a celebrarse en “A Lomba” una de esas representaciones propicias para el aprendizaje; en escenarios así pocas posibilidades hay de disfrazarse y queda siempre al descubierto de que pasta están hechos los jugadores, los técnicos, los aficionados y los dirigentes.

A esta nueva cita con la historia, una más en los setenta y cinco años de vida del Arosa S.C., acuden el equipo local y su afición precavidos: la U.D. Somozas parece haber superado el bache de resultados que mantuvo durante muchas semanas en la segunda etapa de esta temporada atípica. A tenor de las declaraciones de su técnico, también parecería haber superado el bache de juego, aunque teniendo en cuenta la capacidad de su plantilla y lo plasmado durante muchos minutos ante el Polvorín, algún observador imparcial y menos optimista podría plantear justificadas reservas a esto, pero en realidad a estas alturas ¿alguien va a pararse a darle más importancia al juego que al resultado, por mucho que se diga que sólo se llega al resultado a través del juego? Lo único que valdrá hoy, terminado todo, será el tanteo que el árbitro refleje en el acta y nada importará más que eso.

A finales del mes de julio del año pasado, cuando se anunciaba la renovación del compromiso de Rafa Sáez con el Arosa, el pontevedrés explicaba a los medios de comunicación que eran tres los motivos principales que le empujaban a seguir ligando su trayectoria profesional al club vilagarciano, a saber: “Que el Arosa haya demostrado un interés grande por mí; que Manolo (el presidente) haya dicho por activa y por pasiva cuanto valoraba mi trabajo y que nos quedamos con la miel en los labios del ascenso; nos queda esa espinita y queremos desquitarnos”. Desde ese instante Manolo y Rafa, Rafa y Manolo, se pusieron manos a la obra para confeccionar, de nuevo, una competitiva plantilla, hecha al gusto presupuestario de Manolo y a la afinidad “técnico-táctica” de Rafa.

Como en muchas otras ocasiones, a pesar de lo que el subconsciente traicionado declaraba y de lo que tanto se proclama sobre la categoría que le corresponde por ciudad, historia y afición, el Arosa S.C quiso vestirse en esta Tercera División de, como se dice ahora, “outsider” a la estela de los unánimemente declarados trasatlánticos de la categoría, Bergantiños F.C. y C.D. Arenteiro. En consecuencia, a nadie puede sorprender que la competición transcurriese abocando a los arlequinados a un “play off” para el que en realidad llevan preparándose veintinueve partidos.

Llegado es el tiempo del desquite, pero vista la angustia que se respira en las estrechas áreas técnicas de la banda de tribuna de “A Lomba”, cualquiera pudiera creer aquello que Carlo Ancelotti dice haberle escuchado a su maestro Nils Liedholm: “El oficio de entrenador de fútbol es el mejor del mundo. Lástima que haya partidos”. Porque todos los que conocemos el oficio sabemos lo difícil que es sacarse de encima las espinas clavadas, cuando del todo a la nada hay sólo milímetros de distancia.

Albert Camus tuvo un gran rival intelectual: Jean-Paul Sartre. Ellos también llevaron su relación de un extremo a otro, de la amistad al odio, quien sabe si porqué Camus consideró que Sartre era como uno de esos futbolistas que se esconde en los partidos decisivos o quien sabe si porqué Sartre consideró sobre Camus aquello que tanto le gustaba decir cuando salía de un estadio al final de un partido: “En el fútbol todo se complica con la presencia del equipo contrario”.



Lo único que valdrá hoy, al final, será el marcador

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