Cataluña sí es España

Vivimos un momento convulso en el panorama nacional a causa del desafío que llaman “soberanista”. Todo esto no deja de ser una cuchillada por la espalda a la historia que nos ha llevado a ser una sociedad moderna, cohesionada y democrática. Que la hemos  edificado entre todos y que piensa en todos y cada uno de los que convivimos en esta realidad que llamamos España.
La retahíla de ataques, de jugadas de ajedrez, de trampas, de triquiñuelas y trucos de trileros que están llevando a cabo quienes solo piensan en romper en mil pedazos la “nave España” ha vivido esta semana momentos que por desgracia pasarán a la Historia. Creo, firmemente, que nuestros hijos estudiarán el día de mañana, cómo fracasó un intento de golpe contra el Estado orquestado por un grupete de “hooligans” políticos que se oponían a lo que funciona y que no le contaron a la gente ni la verdad de lo que se les vendría encima ni la verdad de lo que buscan ellos mismos.
Utilizar las instituciones democráticas para intentar asestar un golpe mortal a la democracia es tan perverso y enrevesado como peligroso. Afortunadamente los padres de la Constitución primero y la estructura de garantías estatales después nos dejan a los democráticos convencidos una senda por la que seguir caminando con paso firme hacia un futuro juntos. “Juntos por el sí” de la unión y de la democracia y en contra de los que quieren dinamitarla.
El Constitucional, el Gobierno y la Lógica le acabarán ganando la pérfida y mentirosa partida a los que quieren serrar un cacho de España para convertirla en un islote con fronteras. En pleno siglo XXI, donde los europeos podemos campar a nuestras anchas por el viejo continente, un parlamento autonómico pretende levantar un muro de odio, mentiras y repulsa contra los que son sus hermanos. Ni la peor versión del muro de Trump se asemeja a tal disparate. Ni la peor versión de las trampas democráticas van a permitir que eso ocurra.
En Madrid existe preocupación, sí. Pero en cada corrillo del Congreso, en cada charla, se percibe algo en común cuando conversas con diputados de tu propio partido y de otras formaciones de distintas provincias: Que los españoles no queremos que Cataluña se desconecte y que lamentamos que el ruido de unos pocos ensordezca a los que quieren seguir siendo españoles, como siempre.
Confío ciegamente en las fuerzas democráticas y en la hoja de ruta de nuestro Gobierno para aplacar esta intentona golpista. Confío ciegamente en que esto quede, con más o menos daños colaterales, como el recuerdo de lo que algunos quisieron pero no pudieron. Que el 1-O siga siendo un número y una letra más parecido a un resultado de fútbol que a un Brexit. Que los catalanes sigan siendo españoles porque España cuenta con Cataluña.
Y parto una lanza a favor de los líderes de formaciones serias que han decidido aparcar las batallas políticas de andar por casa para sentarse al lado del Presidente Rajoy y demostrar que los antidemócratas nos tendrán siempre en contra. Es el colmo que nos ataquen por protegerles. Cataluña sí es España, afortunadamente y los catalanes se merecen ser gobernados por quien vela por sus intereses, no por quien antepone un delirio fantasioso a la realidad pura y dura. El escenario que se han creído que ocurriría no es para el país catalán, es para el país de la piruleta en el que algunos siguen viviendo a pesar de que ocupan puestos mucho más serios que las ocurrencias que ocupan sus titulares. Al final, ganaremos la batalla, “independientemente” de los fuegos de artificio que le queden y de la pólvora que todavía no se les ha mojado…

Cataluña sí es España

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