Jugamos como nunca, perdimos como siempre

Despelote es un juego narrativo y autobiográfico que aborda temas sociales a través de la clasificación de Ecuador al Mundial de fútbol de Corea y Japón 2002
Jugamos como nunca, perdimos como siempre

En torno al fútbol se han creado muchas historias de comunión y alegría. En el año 2001, le tocó a Ecuador. Cuando la selección nacional de fútbol encaraba su primera clasificación a una Copa del Mundo (la de Corea y Japón 2002), el pueblo ecuatoriano lo vivió como nunca, trascendiendo los partidos hasta el más minúsculo espacio de la vida diaria.
 

El paseo de Ecuador por aquel Mundial no fue un camino de rosas (solo una victoria, ante Croacia), quedando últimos en la fase de grupos. Pero la clasificación previa se vivió con un entusiasmo exacerbado. 


Y cómo se vivió ese camino lo cuenta ahora de una manera autobiográfica Julián Cordero, con ayuda de Sebastian Valbuena, en Despelote, un título editado por Panic (los mismos que editaron Firewatch) que nos cuenta de un curioso modo aquella aventura futbolística, desde el prisma de su visión con sólo 8 años.

 

Estilo e historia

Con un característico estilo visual, Despelote nos sumerge en la vida cotidiana de un joven Julián que, para la ocasión tiene ocho años, aunque él mismo explica que en aquella época tenía 4, realmente. A través de sus ojos, de sus recuerdos y, sobre todo, del fútbol, se nos ofrecen pinceladas de cómo era la sociedad ecuatoriana hace casi un cuarto de siglo y de cómo el deporte y las gestas en este ámbito se acaban convirtiendo en una suerte de mitos modernos para el pueblo.

 

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El juego menciona alguna de esas gestas, como la medalla de oro de Jefferson Pérez en Atlanta 96, que hizo que los ecuatorianos se enamoraran de la marcha atlética. Pero Despelote se centra en otra gran gesta deportiva, esa clasificación a un Mundial de fútbol que se prolongó durante meses, hasta que un 7 de noviembre Kaviedes cabeceó un centro de Aguinaga sobre el césped del Olímpico de Atahualpa, en Quito.
 

Cordero va desgranando sus recuerdos, y los de los ecuatorianos, durante los momentos en los que se celebraban los partidos que hacían soñar a todo Ecuador. 


Siempre con un balón en los pies, recorreremos el colegio, el parque, el vecindario y el hogar familiar para adentrarnos nosotros mismos en los recuerdos del propio Cordero.

 

Experiencia jugable

Y es que Despelote busca ser una aventura narrativa, en la que los elementos jugables son un aderezo que amenizan esa hora y media, dos horas, que dura la experiencia, con un par de detalles que nos pueden hacer volver a él en alguna ocasión futura.
 

Su estética visual ayuda a que nos sintamos en un tiempo pasado y los elementos jugables destacan con una estética que asemejan a dibujos, acompañado todo ello con un elenco de voces que acompañan a la experiencia con naturalidad, algo que ayuda a crear una atmósfera que ayuda a ese traslado a un lugar y épocas tan concretos como el Ecuador del año 2001.


Por el camino, el propio Cordero nos va dando contexto sobre lo que significaron esos partidos del combinado nacional para un pueblo que miraba de reojo a la situación económica, que no era precisamente boyante. A Cordero le ayudan otros elementos, como los propios periódicos de la época o las propias voces que retransmitían aquellos gloriosos partidos para una selección que quedó en el recuerdo.

Jugamos como nunca, perdimos como siempre

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