El balance de Nadia Calviño

Presiento que la ex ministra Calviño vive estos días presa de una doble emoción. Primero, por dejar un gobierno de mediocres al que su presidente conduce temerariamente con rumbo peligroso para España y, en segundo lugar, por volver a Europa, a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones, un puesto relevante que, además, multiplica su salario.  


Antes de arribar a España, Calviño era una funcionaria reconocida en Bruselas de donde la recuperó el presidente, como hizo Zapatero con Solbes, por sus conocimientos del entramado político-burocrático de la UE y como garantía ante la misma Europa de la ortodoxia de la política económica de España. 


¿Cuál es el balance de su paso por el Gobierno? En su discurso de despedida manifestó su orgullo por lo conseguido, por haber logrado los fondos europeos, por la bajada de la inflación… y proclamó ante M. J. Montero, su “hermana gemela”, que “lo que hemos logrado en la gestión de la política económica quedará para los libros de historia”. 


No sé cómo la valorarán los libros de historia pero los hechos indican que su gestión económica no es para echar cohetes.  España fue la última en recuperar el PIB de 2019, la renta per cápita sigue estancada y la convergencia con Europa perdió posiciones. Deja la economía alejada del déficit público que exige la UE; la deuda llega al 110%, muy por encima de lo que exigen las reglas fiscales; el desempleo es el más elevado de la OCDE y de la UE; no fue capaz de embridar el gasto público y perdió todos los pulsos con Yolanda Díaz. La gestión de los fondos europeos que dice haber traído para España fue opaca, lenta, perdida en una maraña burocrática e ineficiente. En Galicia son muchas las empresas pendientes de ese dinero europeo para culminar sus proyectos de inversión.  


En cuanto a su vertiente política, fue arrebatada por el encanto de su jefe y exhibió su “progresía” en manifestaciones y mítines con una coreografía que, dice J. A. Zarzalejos, “le sentaban como a un santo dos pistolas”. 


Y chapoteó en el barro de la política más miserable. Arremetió contra Feijoo recriminándole la tardanza en aceptar la invitación del Presidente a una reunión en Moncloa. “Es de primero de democracia, dijo en tono mitinero, que cuando el Presidente llama a alguien se va y Feijoo ya está llegando tarde”. Y en vísperas electorales, disgustada por el resultado del debate previo a las elecciones, le llamó “marrullero y mentiroso que tiene un proyecto oculto de política económica”, calificativos gruesos, muy alejados del respeto mutuo que, decía, “es un requisito fundamental en democracia”.   


Que los economistas evalúen su legado. Pero, sin entrar en más detalles, los datos y cifras no certifican que sea histórico. 

El balance de Nadia Calviño

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