Cerebros pinchados

En las últimas semanas ha saltado a la palestra la noticia de que existen seres despreciables que se dedican a pinchar a mujeres con la deleznable intención de anular sus voluntades y someterlas sexualmente.
 

Y, si esto representa para mí y para la mayor parte de la sociedad un motivo de estupor; el saber que hay personas que tratan de emular esta práctica pinchando con alfileres por el mero y extraño placer de asustar; produce en mis entrañas una especie de revoltijo que me invita a vomitar.
 

Porque si los primeros, los que utilizan la sustancia química que lleva a la sumisión, están perturbados; los segundos son malvados… y, puestos a elegir, no sé qué tipo de espécimen es peor para nuestra sociedad.
 

Sea lo que sea y sea como sea, los detractores del estado de derecho e igualdad, están por todas partes. Ya sea camuflados de ejecutivos o disfrazados de “niños bien”, las personas sin principios ni valores campan a sus anchas por esta sociedad podrida en la que unos cuantos se dedican a pelear por los derechos de los seres humanos, otros a parecer que lo hacen y, unos pocos, a pasárselos por el forro de sus entretelas.
 

Y, ante este escenario de perversión explícita o travestida, retumban en mi cabeza las sabias palabras de Benedetti, que hacían alusión a que aquel que hace trampa es porque no tiene coraje para ser honesto.
Quizás deberíamos replantearnos qué clase de sociedad y ejemplo estamos regalando a nuestros hijos… qué mundo tan mísero es aquel en el que todo tiene un precio, empezando por el silencio y terminando por ciertas formaciones para las que los jóvenes no están cualificados ni tienen mayor deseo de ejercer que aquel que mueve a sus padres.
 

A lo mejor, si fuésemos capaces de llegar a alguna conclusión, nos daríamos cuenta de que los vástagos aprenden lo que ven, practican lo que escuchan y distorsionan realidades porque no han florecido la mayoría de sus neuronas.
 

Por ello, es clave y vital dedicar un tiempo que no tenemos a hablar con ellos y a controlar que sus sismógrafos funcionen correctamente, claro que para eso tenemos que estar dispuestos a escuchar, a discutir y a desgastarnos; pero predicando siempre queda algo y, educando, tal y como señalaba el Principito con respecto al similar arte de la domesticación, demostramos que queremos.
 

Dedicar tiempo a alguien es la más bella forma de querer que existe y la única que nos aleja del dar material al que recurrimos simplemente por intentar aparentar ser quienes en realidad querríamos ser. Porque, en el fondo, algunos no saben ser buenos padres e intentan acallar sus cerebros pinchados colmando a sus hijos de bienes. Unos bienes que creen que suplen la necesidad de enseñarles que la única cualidad que hace superior a un ser humano con respecto a otro es la bondad.

Cerebros pinchados

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