En Navidad, ¡déjennos en paz!

Vivimos tiempos convulsos. Parece imposible sustraerse de los vaivenes de la política que, queramos o no, nos afectan a todos y, aunque hagamos esfuerzos por alejarnos de tanto sobresalto, al final la cruda realidad nos pone frente al espejo para mostrarnos los efectos de las decisiones de otros que marcan nuestras vidas. Ya se encargan los medios de comunicación y las redes de hacernos llegar todo tipo de informaciones o desinformaciones, según se mire, para alterar nuestra vida cotidiana y en el imaginario colectivo ya se ha instalado un pesimismo  que nos lastra a la hora de enfrentarnos al día siguiente y, cada día, nuestra mochila se carga más sin que nosotros hayamos asumido responsabilidad alguna. Ahora estamos pendientes de las reuniones secretas en Suiza entre Puigdemont y el Partido Socialista, verificador incluido, desde donde se controla ya la acción de nuestro gobierno. Es mentira que se trate de reuniones entre dos partidos políticos, en realidad esas reuniones “secretas” analizan el grado de cumplimiento de sus acuerdos por parte del gobierno de España, Pedro Sánchez tendrá que justificar, cada mes, que la ejecución de los acuerdos con los independentistas se traducen en la acción del gobierno de todos los españoles y por lo tanto nos conciernen a todos. Si ya es una vergüenza que desde Suiza un prófugo de la justicia española controle a nuestro gobierno, a espaldas de los propios españoles, llegan también los republicanos catalanes y piden otra mesa, también fuera de España, para otro control con su verificador incluido, para analizar los acuerdos que con ERC ha suscrito el Psoe. Los españoles miramos al Parlamento español donde las cosas pensábamos que se decidían para comprobar que no, las cosas vienen cocinadas desde Suiza con la receta aprobada previamente por Puigdemont y por Junqueras. Siendo esto alarmante, preocupa mucho más el silencio de Bildu, los herederos de ETA, de cuyos acuerdos con Sánchez no sabemos nada de nada, pero ya les digo que los descendientes de los etarras no han dado sus votos gratis en la investidura de Sánchez. Pedro Sánchez recuerda a aquellos equilibristas del circo que debían mantener cinco platos girando sobre un palito y acudiendo con urgencia a “darle cuerda” para que no se cayera ninguno. Con este panorama hemos llegado a la Navidad, ese tiempo de alegrías y tristezas por los encuentros familiares y también por las ausencias de aquellos que se fueron para siempre. Con todo, en este tiempo todos queremos un poco de Paz, de convivencia tranquila, de recogimiento y de fiesta, pero me temo que los actores de la política no están dispuestos a dejarnos tranquilos tampoco en este tiempo. Esa falta de empatía de la política con la ciudadanía se ha convertido en una penitencia crónica para todos nosotros, agravada por esa globalización a la que hemos sido empujados y que nos mete de lleno, además de lo aquí mencionado, en dos guerras suicidas que ya hemos asumido como propias. Muchas familias tendrán dificultades para reunirse en torno a una mesa y disfrutar de esas cenas y comidas tan esperadas durante un año. No les importa nada a nuestros gobernantes, en muchos hogares, cuando oyen a la ministra del ramo decir que España va como un tiro, abren sus neveras y las encuentran vacías. Aunque sabemos que los gobernantes carecen de inteligencia emocional, muchos de todo tipo de inteligencia, no renuncio a pedirles que, en este tiempo, ¡nos dejen en Paz!

En Navidad, ¡déjennos en paz!

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