Cualquier propietario de un pequeño apartamento conoce que, cuando se reúne la comunidad de propietarios, los asuntos más difíciles de aprobar son aquellos que llevan consigo un gasto añadido a los más corrientes, porque eso significa que, además de los recibos normales, habrá que añadir unas derramas. Todos los ciudadanos de un país somos copropietarios y la reunión de la comunidad se lleva a cabo en el Parlamento. Nosotros no asistimos, porque hemos delegado nuestro voto de propietarios en los diputados y, hace dos días, se aprobaron los presupuestos de nuestra comunidad, es decir, los Presupuestos Generales del Estado.
La diferencia es que el aumento de gastos apenas ha tenido la más mínima resistencia. La subida de pensiones, por ejemplo, no sólo no ha encontrado resistencias, sino que ha sido asumida casi con alborozo, y algo semejante ha sucedido, con el aumento de otros gastos. Es como si, comprobado que se había estropeado el ascensor, en lugar de arreglarlo, la mayoría de los copropietarios hubieran votado por tirar el ascensor y comprar otro nuevo, a pesar de que la solución es mucho más cara.
Esto quiere decir que habrá derramas que tendremos que pagar. No este año, sino al que viene, por dos índices evidentes: la subida del precio del petróleo y la paralización del aumento del turismo. El conflicto de Irán y la situación de Venezuela no amparan un punto de vista optimista respecto al petróleo, mientras la paralización de reservas del turismo comienza a preocupar en el sector de la hostelería, nuestro nuevo “ladrillo”. Como no creo que España tenga un tío rico que, de repente, descargue varios miles de millones de euros, el desfase lo tendremos que pagar entre todos. Y subirán los impuestos. No a los riquísimos, que esos siempre se escapan, sino a los que Montoro considera ricos, es decir, a los que ingresan algo más 60.000 euros al año. Habrá derramas, porque en esta Comunidad parece que sobra el dinero.