LA LLAMADA COMUNIDAD EDUCATIVA

Reivindicaciones callejeras para simular o camuflar que se trata de inocuos movimientos ciudadanos de protesta. Así, por ejemplo, se habla de “la marea verde”, de “las batas blancas” y de expresiones por el estilo para aglutinar a quienes muestran su disconformidad u oposición por causa de los recortes y reformas varias en curso.  
Como ejemplo cercano de lo que señalo, por estos nuestros lares ha empezado a circular la especie del “espíritu de Riotorto”, disfraz bajo el que se esconden los alcaldes del Bloque y a los que desde otros partidos –PP incluido– se suman algunos de esos a quienes la literatura marxista tildaba de “tontos útiles” o colaboracionistas desde fuera. El “espíritu de Riotorto” viene a ser así un montaje del BNG desde el que se pretende llevar a cabo una insumisión organizada contra –de momento– el copago hospitalario, un primer banderín de enganche todavía no muy explotado.
De todas formas, he de reconocer que el camuflaje reivindicativo que más me incomoda es el conocido por  “comunidad educativa”; ese genérico e indeterminado colectivo de padres, profesores y alumnos que desde la Plataforma estatal por la Escuela pública convoca huelgas, vacía aulas y tiene un desproporcionado protagonismo en los medios de comunicación convencionales. Porque, en realidad: ¿quiénes son ellos?
En realidad “los padres” no son sino la confederación de APA manejada por el Partido Socialista; esto es, la Ceapa, mayoritaria en la escuela pública, pero no la única con presencia significativa en el sector, aunque, paradójicamente, sólo de ella venga a tener presencia casi exclusiva en los medios.
Por otra parte, los “alumnos” no son sino ese llamado Sindicato de Estudiantes, semiadolescentes muchos de ellos repetidores; un tentáculo fantasmal del PSOE, Izquierda Unida y grupos antisistema, que no son ni sindicato en el sentido laboral del término y que a juzgar por sus actitudes y discursos no son casi ni estudiantes.  Y de “los profesores”, ¿qué decir? Al menos, que sus reivindicaciones están siendo en general  políticas y laborales y que no pocos de ellos son simpatizantes o afiliados de los sindicatos de clase.
Ya sé que no es justo meter en el mismo saco a todos los disconformes con las políticas educativas en curso; que hay legítimas disconformidades y gentes con buena fe que se adhieren a ellas. Pero también creo razonable concluir que detrás de todo ello está la izquierda docente y discente, cuyo último objetivo va mucho más allá de la escuela. Y no lo invento yo. Lo digo porque así lo han manifestado no pocas de las alocuciones con que se han cerrado los actos de protesta. 

LA LLAMADA COMUNIDAD EDUCATIVA

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