Aceras de Vilagarcía: Un “collage” indeseable

Baldosas fragmentadas (muchas trampantojas), chicles, colillas, pises y excrementos de canes configuran todo un “collage” en las aceras de Vilagarcía alfombrando y aromatizando el paso de los viandantes. ¿Su autoría? Aquellos transgresores que haciendo gala de amar a los animales no saben respetarse a si mismos.  
Es así que a diario, como si la sociedad lo admitiese, nos encontramos en nuestras aceras deposiciones caninas, genuinas cacas por su colorido y estructura. Todo un muestrario en formato de boñigas que se pirran sin miramientos por nuestro calzado a poco que nos despistemos. Un fecalismo puro y duro que se expone en las aceras vilagarcianas con hechura de pastel inacabado, y con tonalidades cuyo espectro fluye desde el amarillo hasta el castaño oscuro. Y son esas mismas mierdas las que nos inciensan el ambiente con esas miasmas que nuestro olfato capta enseguida, para mal, ya que los fosfatos, los carbonatos y la materia muerta no pertenecen a la  química de Cristian Dior y si al intestino del perro en cuestión, y a la falta de cordura de quien hace dejadez  de sus obligaciones, el dueño.
Y a la par rezuma, también, al paso del viandante un abanico de pises que constituye, según los entendidos, el GPS de los chuchos, una ruta de su puño y esfínter vesical de denominación de origen reconocible. Van marcando territorio con sus ureas impasibles al fragor de  las pituitarias de quienes no padecen de anosmia. Y así todos los días observamos como se les va dejando a sus sabuesos remarcar la ruta casi de forma obsesiva. Sus necesidades  fisiológicas vesicales gozan de  fondos heterogéneos y ajenos: una puerta, una pared,  la acera, una reja, el cerrojo de la reja, una esquina, un zócalo, una tienda, la base de un crucero, el pórtico de la Iglesia, el friso del Concello, la rueda de un coche,  una farola……..un árbol.
Otros compañeros de viaje son los  chicles aunque creo que no resultan tan peligrosos una vez que pierden su frescura y pasan de interinos a fijos en un “plis-plas” perpetuándose en el pavimento como parte del decorado. Su contextura de polímero hace que se adhiera de tal guisa que aparece como un lunar negro engendrado en el propio pavimento.  
En cuanto a las colillas decir que tras la ley en vigor son ya un elemento añadido a un “collage” cuya acera colinda con el frontispicio de establecimiento público de turno. El problema no sólo es de estética, la colilla nos obsequia  sustancias tóxicas guarecidas en su filtro.
El fondo del “collage”, la acera, aparece, para mal: quebrada, desestabilizante, una falso columpio para nuestros mayores, escasos de reflejos y de estabilidad. Nuestras aceras están heridas: sufren de integridad y así aparecen a nuestros pies baldosas en imagen de rompecabezas, o bien como puzles sin ensamblar, lo cual no nos exime de sus peligros. Aunque lo verdaderamente preocupante son las baldosas trampa, inconexas con el subsuelo.  Educación, respeto, civismo, urbanidad, vigilancia, sanción,…de todo esto poco o nada aparece en el “collage”.

Aceras de Vilagarcía: Un “collage” indeseable

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