Arousa se convirtió en atalaya privilegiada para un fenómeno astronómico con fecha de caducidad

Que una cabeza de alfiler oculte un balón de baloncesto no es algo que se dé todos los días. En proporciones similares difieren Sol y Luna, aunque desde aquí ambos discos parezcan iguales. Exactamente iguales. Esta azarosa y sorprendente casualidad hace posible los eclipses totales de Sol como el que ayer se produjo sobre regiones muy concretas del ártico.
En la Europa más meridional hubo que conformarse con una ocultación parcial, mayor cuanto más al norte. Por eso Galicia era envidiada en España, alcanzando un eclipse del 80%. Las nubes, no obstante, empañaron las observaciones desde algunos puntos de A Coruña, así que Arousa se convirtió en un punto medio privilegiado. Y vaya si se aprovechó la oportunidad.
En Sanxenxo, donde casi se llega al millar de observadores en el evento impulsado por el organismo local de Turismo, las 200 gafas adquiridas para ver el fenómeno se agotaron en 15 minutos, antes incluso de que comenzara el horario oficial de reparto. Por fortuna,  personal del observatorio de la Universidad de Santiago dispuso un equipo suficiente para proyectar la imagen del disco solar y hacerla visible a todos los curiosos. Sin duda fue la cita que lideró el entusiasmo en la comarca, con presencia incluida de la alcaldesa y bloggers de toda Galicia invitados para el seguimiento.
En Vilagarcía la observación la capitaneó el colegio de las Franciscanas donde la Comunidad Educativa discurrió de lo lindo para ver el fenómeno: Gafas especiales, cristales de soldador y proyección sobre pantallas de la luz del Sol a través de telescopios, prismáticos e incluso espumaderas.
Si usted se lo perdió o se quedó con ganas de más está de enhorabuena: El 28 de septiembre habrá eclipse total de Luna visible desde aquí. Pero pasarán 11 años antes de que pueda verse en España el rey de los eclipses, el total de Sol, un evento con fecha de caducidad: La Luna se aleja de la Tierra cada año unos 3,8 centímetros, así que llegará un día en que aquella cabeza de alfiler esté lo suficientemente lejos para no tapar por completo el balón de baloncesto.