El cuento de la buena pipa

El cuento de la buena pipa

El obligado confinamiento establecido por la pandemia de la Covid-19 colocó en una delicada situación a muchas empresas de O Barbanza, que cerraron o despidieron empleados, pero otros se vieron beneficiados por el encierro que padecieron los ciudadanos en sus casas. Es el caso del ribeirense Lisardo Vilar, que a sus 43 años ha visto aumentar su negocio que no acababa de despegar. Lo consiguió especialmente con la venta de pipas, que fue su producto estrella, para el que recibió pedidos de empresas y particulares desde las provincias de Madrid, Barcelona y Valencia y zonas urbanas del territorio nacional, pero también de Europa, Estados Unidos y Canadá, llegando a multiplicar por 6 sus ventas entre el 22 de marzo y finales de mayo respecto al año anterior. Como la gente no podía salir de casa más que para lo esencial, hizo los pedidos por Internet y él era el único que las distribuía a través de Amazon. Como dicen que nadie es profeta en su tierra, en Ribeira solo ha tenido media docena de pedidos durante los últimos 13 años.

Lisardo Vilar, al que muchos conocen por su labor de fotógrafo aficionado, estudió en el IES Leliadoura los ciclos superiores Administración de Sistemas Informáticos y de Administración y Finanzas, se dedicó durante unos 8 años al mundo de la informática, pero ese trabajo fue derivando en la venta por Internet. En 2007 se deshizo de su teléfono móvil en una plataforma de venta de segunda mano “me gustó esa sensación y vi un importante nicho de mercado”, precisó. No tenía mercancía, ni proveedores, pero empezó a buscar información. Conoció Dropshipping y se dedicó tres años a ello, comercializando artículos de electrónica, decoración y peluches de los Minions, que se convirtieron en un “boom”. En ese periodo ya hizo contactos con proveedores para que le enviasen a él la mercancía y gestionar directamente el envío. Trabajaba con tres proveedores y 20 productos, pero al trabajar a pequeña escala comprobó que los márgenes de beneficio eran escasos y no resultaba rentable.

Luego probó con otras cosas, dejando la venta online aparcada, pero hace tres años conoció a proveedores del sector de chucherías. Lo que empezó siendo una relación de amistad se convirtió en una vía de hacer negocio. Empezó probando con gominolas, chocolatinas y chicles y lo que al principio eran 20 referencias pasó a ser de 800, que vende a través de Amazon, Ebay y la web propia de su empresa, El almacén infinito, y es consciente de que “si tuviera más referencias también las vendería”. En lo que va de año ya supera los 10.000 pedidos desde gran parte del mundo. Superado el “boom”, ha vuelto a la normalidad en las venta, pero nadie le quita que su facturación ya es muy superior a la de 2019. Además de chucherías, vende material escolar y de oficina, artículos para cumpleaños y juguetes, entre otros. Lo que empezó siendo un negocio casero se convirtió en la búsqueda de un almacén de 100 metros cuadrados, donde tener todo el stock de mercancía para atender la gran demanda del confinamiento. Se podría decir que el negocio de Lisardo Vilar se ha convertido en “el cuento de la buena pipa” que, al igual que esa historia, espera que no tenga fin. l

El cuento de la buena pipa

Te puede interesar