Cuando incluso este Gobierno tiene razón, tiene razón

Quienes me conocen saben bien que no soy lo que podría llamarse un entusiasta de este Gobierno, el Gobierno de los líos, de las irregularidades, de las falsedades y de la falta de solidaridad con los que no piensan como quienes ejercen la gobernación. La lista de las críticas sería larga, demasiado; pero no por ello voy a negar el acierto allí donde lo veo, el acoso contra el Ejecutivo allá donde lo percibo y las maniobras antigubernamentales desmedidas cuando las detecto. Y creo que de todo ha habido en estos días, junto a notables desatinos oficiales, como las últimas comparecencias en público de Pedro Sánchez o el desastre en varias tácticas y estrategias de los ‘cabezas de huevo’ monclovitas.


Eso es cierto. Pero también es cierto, comenzando por la posición del Gobierno español ente las exigencias de la OTAN en general y de Trump muy en particular, que son varios los países que en privado admiten, con sordina, que, como España, ellos tampoco podrán hacer frente a un gasto armamentístico superior al tres por ciento sin dañar seriamente su estado de bienestar. La OTAN se ha convertido, y los menajes extremadamente ‘pelotas’ de su secretario general, Rutte, dirigidos a Trump, así lo demuestran, en una organización dependiente absolutamente de las exigencias y caprichos del actual inquilino de la Casa Blanca, con todos los peligros que esta situación y este inquilino representan.


No quiero decir, claro, que no me intranquilicen los desplantes de Sánchez, que espero que no llegue a la irresponsabilidad de sentirse halagado cuando el presidente de los Estados Unidos dice a quien quiera oírle que España “es un peligro” por no pagar la cuota que Washington exige a los miembros de la Alianza. Necesitamos mantener una buena sintonía con los Estados Unidos, que nos son imprescindibles desde los tiempos de ‘Bienvenido mister Marshall’, y me temo que la hemos perdido estrepitosamente: llevarse bien con Trump no es ciertamente fácil, pero por eso mismo un buen político, por muy líder de la Internacional Socialista que sea, debe intentarlo sin por ello arriar todas las banderas que el iracundo presidente norteamericano quiera que arriemos.


Que no digo yo, ojo, que el Gobierno tenga razón al desafiar al ‘amo del Imperio’, como tampoco la tiene al enfrentarse a determinados jueces, a diversos colectivos y a algunos medios de comunicación, en una estrategia de confrontaciones casi ‘urbi et orbi’. Pero creo, por poner un ejemplo, que el acoso judicial que supone pedir al Supremo la imputación del ministro de Justicia, Félix Bolaños, como ha hecho el juez Peinado en el ‘caso Begoña Gómez’, carece de sentido en las circunstancias en las que se ha hecho, dando la impresión de una persecución de este magistrado contra este ministro. Y lo mismo sea dicho respecto de algunos ataques e insultos desmesurados, procedentes de un sector de la oposición más extremada y de algún medio de comunicación ídem, contra el Ejecutivo. Que, por otro lado, tampoco es ninguna hermana de la Caridad en su proliferación de ataques contra el otro bando.


El Gobierno merece, creo, una buena dosis de reproche nacional e internacional, como se ha visto en la ‘cumbre’ de la OTAN y como se comprueba todos los días en el trayecto de la política nacional. Pero las aguas deben volver a su cauce: no pasa nada si decimos que Rutte se ha convertido en una especie de servidor exclusivo de Trump, o si decimos que el propio Trump ha instalado la inseguridad jurídica en las relaciones internacionales o que Netanyahu va camino de ser un genocida, cosas que afirma, ya no tan por lo bajini, nuestro Gobierno. O si decimos que el juez Peinado, por citar el caso más notorio, se pasa muchos pueblos en su actuación en el ‘caso Begoña’, que es una vergüenza y una inmoralidad, sin duda, pero que difícilmente va a tener, creo, una traducción penal.


Sánchez es hoy un hombre acorralado, en un porcentaje importante por méritos propios. Y lo mejor que podría hacer, incluso por sí mismo, sería ceder el paso a otras soluciones distintas a su persona. Pero eso no quita para que afirmemos que, cuando tiene razón en sus quejas al sentirse acosado, la tiene. Mesura y sentido común, incluso en la crítica a este Gobierno -sí, hasta a ‘este’ Gobierno- creo que sería una receta adecuada para estos tiempos de frenesí y locura.

Cuando incluso este Gobierno tiene razón, tiene razón

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