Los bulos y manipulación de la opinión pública no es cosa nueva, pero las redes sociales se usan masivamente para propagar calumnias contra todos. Por eso no es justo que sean creíbles. Proceden de grupos de intereses espurios y de personas que quieren incendiar la sociedad en beneficio propio y sus fines, económicos y políticos, y de personas malvadas que disponen gratuitamente de desahogo vomitivo. Con las redes sociales al alcance de todos, incluso las usan los dirigentes de estado, sean dictaduras, o democracias, utilizándolas como arma de guerra contra sus enemigos, o adversarios. Los bulos causan daños irreparables en la población y la mayoría cree más el bulo que la verdad. Los estados ocultan información cuando hacen algo impresentable como pasó con la guerra del Golfo, bien constatado por el periodista Alejandro Pizarroso en su libro titulado “La guerra de las mentiras”. Fecha en que se pasó de la línea roja de la democracia.
La verdad, como los datos aburren a la mayoría votante, los bulos, las mentiras, son muy elaborados para hacerlos creíbles llegando a los instintos más bajos del individuo. Es más noticia que el hombre muerda el perro, que el perro muerda al hombre. Cuanto más una persona tenga más crédito, el bulo sobre él, más escandaliza. “A mí me dijeron que fulano es…” .
Nuestras sociedades no están preparadas para discernir entre la mentira y la verdad. Se necesita tener criterio propio y contraste de las noticias y ser escéptico ante este tipo de bulos que no son probados. Las maldades van por delante de las virtudes. Los medios difunden más las maldades que las virtudes de un buen gobernante, viniéndose abajo con un bulo. Las leyes y las sentencias llegan tarde para reparar el daño causado. Lo mismo pasa con las transformaciones sociales para la solidaridad. Parte de la culpa es del poder establecido que tiende a ocultar todo lo que no le conviene aunque sea injusto. Si desde las más altas esferas del Estado y las administraciones y medios de comunicación hubiera transparencia para que la gente tuviera informada, los bulos tendrían poco recorrido. Ante la nueva situación donde la imagen está por encima de todos los valores cívicos mejor nos iría para la convivencia. Es obligación del Estado educar a la ciudadanía para hacer frente a esta nueva plaga globalizada de falsedades y bulos que circulan por las redes e incluso por los medios de comunicación dedicados al espectáculo para ganar audiencia.
Tomemos dos ejemplos de políticos que se dedicaron a tiempo completo, Trump y Puigdemont, saltándose las leyes y la ética que todo político debe tener poniendo de moda los bulos con el espectáculo basado en dar imagen que la mayoría de votantes les creyeron a pesar de ir contra sus intereses. Trump fue presidente de la primera potencia mundial, EEUU, que no pagó los impuestos, ni reconoce el resultado de las elecciones. Lo mismo que Puigdemont, expresidente de Cataluña, saltándose las leyes en vez de resolver los problemas de la gente, y sin embargo sin estar en España fue la segunda fuerza más votada en las autonómicas de Cataluña. Tanto Trump como Puigdemont crearon una imagen falsa para los intereses generales, y sin embargo les votan.
Las malas artes políticas se pusieron de moda, igual los pantalones rotos, a pesar de ser más caros, cuando no hace mucho los pantalones rotos los llevaban los pobres. Ahora con la política pasa lo mismo.