Líbranos del elogio

Se acuerdan ustedes cuando los autónomos eran elogiados por el Gobierno? No había ministro, ministra, ministre o subsecretario que, ante el término autónomo, no le invadiese una seráfica emoción que asomaba a los ojos y, ya en trance, comenzara a desgranar loas a los autónomos, columna vertebral de nuestra economía, ciudadanos valientes, personas de arrojo y entusiasmo, seres sin los cuales una sociedad no puede avanzar. Bueno, pues no sé qué se le ha olvidado a algún ministro, y este mes de enero han tenido que pagar más impuestos, y no te digo, cuando doña María Jesús, que es médica, opere la subida fiscal a corazón abierto, y todas las promesas se reduzcan al A.S.A.M.I. (Autónomo: Siempre Abonarás Más Impuestos).


¿Se acuerdan cuando las miradas gubernamentales se posaron en el inquilino? 


El casero venía a ser una especie de ave de rapiña al que había que ponerle coto a su desmedida ambición. Y proteger al sacrificado inquilino. Y lo protegieron tanto que, en un par de años, los propietarios de pisos han retirado casi el 40% de pisos en alquiler, y los han puesto en venta. Resultado: los pisos en venta no han aumentado de precio, porque hay más oferta, y los alquileres han subido a precios que están más altos que el pago mensual de una hipoteca. (Por cierto, de los 183.000 pisos que iba a construir Pedro I, El Mentiroso, no hay ni siquiera unos planos).


¿Se acuerdan del descubrimiento de la España vaciada, es decir, la España agropecuaria, repartida en pequeños pueblos, cada vez con menos habitantes y más viejos? Aquello fue lírica despiadada. Algunos miembros del Gobierno -que el único conocimiento que me parece que tienen de la España rural es que, en cierta ocasión, alquilaron una casa rural para llevar un fin de semana a los hijos o los nietos- comenzaron a reconocer que ese abandono debía terminar. Si el amor de un ministro por la España rural era fabuloso, el del siguiente era inconmensurable. ¡Y cuántos proyectos para llenar de alegres y jóvenes españoles los pueblos casi abandonados! 


Bueno, pues, hoy, en algunos de esos sitios que tanto amor despertaban entre nuestros gobernantes, ya no hay ni siquiera un cajero automático para retirar algo del poco dinero de la cartilla o de la jubilación.
El día que escuche a este Gobierno hablar bien de los periodistas y los escritores, ya le he dicho a mi mujer que nos tendremos que marchar de España, como unos venezolanos cualquiera.  

Líbranos del elogio

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