No se fíen de las promesas

Al comienzo de una campaña electoral es un clásico recordar el mitin de Betanzos. Cuenta la leyenda que en un acto electoral el candidato no conseguía enardecer al público con las promesas y en una muestra de suprema generosidad preguntó al auditorio: betanceiros, ¿qué queredes? – Que suba o pan e baixe a caña e catro colleitas o ano, le respondieron. El político prometió tratar la petición con premura en Madrid y la gente coreó ¡Viva Premura!. 


La leyenda -si non e vero e bene trovato-, refleja la desconexión de los políticos de la realidad de los pueblos y el escepticismo ciudadano ante la facilidad con que teloneros y candidatos pierden el control verbal, el sentido del ridículo y prometen mintiendo burdamente en unos casos, con cierta elegancia en otros y siempre sin una “memoria económica” que garantice los ingresos necesarios para hacer frente a los gastos de las acciones que anuncian.  


Galicia no es una excepción y se escucha una colección de promesas que los candidatos anuncian para hacer de Galicia la Arcadia feliz y rebosante de abundancia en la que no faltará de nada. Habrá gratuidad en Educación, desaparecerán las deficiencias de la Sanidad –de un plumazo se solucionará la atención primaria y las listas de espera-, serán mejores los servicios sociales y dependencia; se construirán tropecientas viviendas; habrá planes de apoyo a los sectores de actividad, sobre todo la industria elevando su peso en el PIB; vuelve la transferencia de la AP-9, el transporte gratuito; se crearán empresas públicas….


Igual de dadivoso es el Gobierno central al que, de pronto, le entró un amor casi pasional por Galicia. Reaparece la alta velocidad, recurrente desde hace años, que según  el ministro de Transportes “ los gallegos no tendrán que pedir a los Reyes Magos (él los trajo Vigo en vísperas de Navidad), llegará antes del 31 de marzo”. Acabará prometiendo mejoras en las conexiones Coruña-Ferrol y Lugo, cuyas vías están como cuando se construyeron, y recuperar el tren de cercanías.


“Las promesas electorales están para no cumplirse”, decía el alcalde Tierno, quedan bien en el fragor mitinero y se formulan para cazar el voto ciudadano. Por eso, hay que ser descreídos porque responden a la “verdad electoral” y la mayoría no son realistas al no estar sostenidas por dotaciones presupuestarias. “La mayoría de las promesas, dice Andrés Trapiello, se extinguirán en el aire flotando como pavesas”.


Por tanto, no se fíen. Hay que inmunizarse con una dosis de escepticismo que ahuyenta   la tentación de creer en paraísos que inventan los políticos en campaña cuando “o falar non ten cancelas”. Es mejor agarrarse a propuestas creíbles que a promesas a la desesperada. Para votar con criterio.

No se fíen de las promesas

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