orprende ver la noticia de estos días en los diarios, sobre el reglamento de Costas. Un reglamento que, viendo lo que está aconteciendo en el Terrón, nadie respeta. O casi nadie.
Y siguen levantando casas encubiertas y murallas faraónicas de hormigón, que, por su altura, tampoco cumplen las normas. Dice mi tía Lola, que el pez grande siempre se come al chico. Y mientras tanto, ni Costas ni el Concello hacen nada para evitarlo.
Bueno algo, según la tía Lola, sí hicieron: tirar la caseta de aperos de M, hasta la base de cemento, como ejemplo de nada. Mientras tanto, muy cerca de aquel, un ricachón apila planchas de hormigón, de varios metros de altura, con la pretensión de hacerse un bunquer, por lo que pueda pasar... Por eso, las leyes están para ser vulneradas, pero siempre por los mismos, por los ricos. Porque para estos no hay drones estatales que los vigilen. Por desgracia, al parecer, el dinero tapa bocas y buratos. Los demás, las personas decentes, solo tienen que ver cómo destruyen la naturaleza, y las vidas. Lo que ocurre en O Terrón, en Vilanova, es una salvajada. Pero más salvajes son las institucionesm —no hay peor ciego que aquel que no quiere ver— que lo permiten. Y por eso, dice mi tía Lola lo que Dante: los tibios, los negligentes y los cobardes, estarán en la antesala del infierno, y sufrirán...