Manuel Guinarte | La ola que llegó de Madrid para revolucionar las pasiones ahogadas

Manuel Guinarte |  La ola que llegó de Madrid  para revolucionar las pasiones ahogadas
Manuel Guinarte posa con la novela en la que contó la historia que siempre quiso escribir | gonzalo salgado

Hay una etapa en la vida en la que todo parece ser un sueño, en la que crees ser el protagonista de tu propia película, en la que piensas que lo que estás viviendo podría ser el argumento de una novela. Pero solo unos pocos logran dar con el guión. Uno de ellos es Manu Guinarte, que se encontraba escuchando en la radio un programa sobre autoedición cuando decidió que “La gran ola” vería la luz. La gran ola que llegó con la estela de un cuerpo de mujer y que vino de Madrid, como un viaje de ida y vuelta a un pueblo que asfixiaba y fascinaba a partes iguales.

Era la Vilagarcía de finales de los ochenta, con sus bares, sus primeros pubs y un futuro que no se abría en las fábricas, con elevadas tasas de paro juvenil que lloraban sus penas en “cuncas”, codo a codo con los abuelos. Era la época en la que “la movida se hacía en los bares” y los pubs comenzaban a eclosionar, con la Praza do Castro en su punto álgido. En el Hache La Diana (antiguo hostal y embrión de lo que fue La Fábrica y hoy el Bianco) confluía “fauna” de todas las edades, “todos los progres”. Guinarte reconoce que el libro es “un poco la excusa para hablar de todos estos locales” y de aquellos años. Como el bar de Señora Manuela, “que nunca tuvo una mala cara” para ningún cliente, por pintoresco que fuese.

Surge así el título del libro. “La gran ola se puede aplicar a mi pandilla”, explica el autor. A aquellos años en los que “te ves arrastrados por esos acontecimientos. Realmente fueron como una película. No me podía creer que pasase esto en Vilagarcía”, recuerda el autor.

Y entonces llegó el verano. Y en aquellos bares en los que, relata Guinarte, no cabía un alfiler, aterrizaron dos mujeres madrileñas. Aquel desparpajo creó una auténtica revolución en la postadolescencia de un introvertido Manu, para el que el cuerpo femenino era una idealización entre las novelas victorianas y el cine.

Fue una ola de aire fresco. “No era común ver a dos mujeres solas, de fiesta”, rememora el escritor. También fue el inicio de una guerra encarnizada por hacerse con la atención de las chicas. Y el embrión de un viaje que cambiaría la vida del autor.


Una ciudad complicada


Cuando acabó el verano, los bares dejaron de parecerle el único refugio y Madrid se le antojó el camino. “La gran ola es la metáfora de los surfistas”, comenta el escritor. Fue así como él pensó que llegaba su oportunidad. “La locura del amor y la falta de posibilidades laborales” fueron los ingredientes que precipitaron un viaje que, para aquel joven de 23 años, “era como ir a Nueva York”.

“Vilagarcía era una ciudad que te asfixiaba, que no te daba posibilidades. En los 80, la manera de salir de aquí era buscar un futuro que, finalmente, no fue tan prometedor cómo pensaba”, recuerda Guinarte. En la capital estuvo casi una década. Al llegar, el primer obstáculo que se encontró fue el de encontrar alojamiento y tuvo que irse al lado “miserable” del Manzanares.

Era el Madrid de la “postmovida” y en “La Gran ola” no falta la historia del propio autor-protagonista mezclada con la banda sonora y los iconos de la época. Y un viaje sentimental en el que Los Resentidos lo traían de nuevo a la tierra durante los minutos que dura una canción. “Eran como Ana Kiro para los que marcharon a Suiza”, recuerda Guinarte. Tampoco en sus visitas encontró a la Vilagarcía que dejó y que retrata en varios capítulos del libro a modo de flashback. “Éramos los idiotas de Fellini y llegó una chica de Madrid y ya nos creíamos de vuelta de todo”, recuerda. La literatura permitió sacar de dentro todas las vivencias, aderezándolas de la dosis necesaria de invención. La misma ficción que se llena de topónimos deturpados. Un instrumento para acercarse a la época que, advierte Guinarte, solo se lo permite en la ficción.


Una autoedición muy cuidada


“Al final me abrí la gabardina. Hay que ser un poco exhibicionista”, señala el autor. “La gran ola” es un proceso de veinte años en el que cobran protagonismo las influencias de la televisión, el cine o los anuncios publicitarios. “Conté todo lo que pude, como si fuera la única novela que fuese a escribir”, reconoce el autor. Luego fue el momento de darle forma, para lo cual echó mano de amigos, una de ellas correctora. La cuidada autoedición incluye calendarios y una ochentera portada, con la foto de una chica de revista que vio en el Rastro y a la que ahora el autor ya ve como el rostro de aquella madrileña que se coló en su vida y la convirtió en novela. l

Manuel Guinarte | La ola que llegó de Madrid para revolucionar las pasiones ahogadas

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