Sobrevivir al terror: "Y quién sabe, quizás algún día podréis ser felices"

Sobrevivir al terror: "Y quién sabe, quizás algún día podréis ser felices"
El roteiro se inició en el Cementerio I MÓNICA FERREIRÓS

Los telediarios muestran imágenes de guerras que parecen de otros mundos y son pocos los que se preguntan qué harían si, de repente, lo que se da por seguro ya no es lo tanto. Si el día a día se basa en buscar un refugio. Si el miedo inunda cada rincón de la cotidianidad.
 

Precisamente algunas de esas respuestas se pueden intuir en los paneles que Iniciativa Cidadá pola Memoria Histórica colocó en Vilagarcía y que ayer recorrieron en su anual Andaina, para conmemorar la lucha de los que defendieron la democracia.
 

¿Cómo afrontar la más dolorosa despedida?. Antonio Sayanes escogió la esperanza. Desahuciado ya de la vida, a unas horas de que lo fueran a fusilar, escribió a su mujer, a la que recomendó poner rumbo a otros lares. “Y quién sabe, quizás algún día podréis ser felices”, soñaba el preso el futuro para los suyos.
 

Tenía 34 años y era el secretario general de Pesca de la CNT en Vigo. Pero a Vilagarcía regresó para luchar junto a su amigo del alma, Rodrigo Berruete “el Gitano”, líder anarquista en la localidad. Ambos murieron abrasados por la mecha que ejército y falangistas prendieron en un pajar de Loenzo. Hoy convertido en casa, en frente se podía encontrar, hace años, un muro blanco con agujeros de las granadas. Se defendieron hasta el final. ¿Y tú qué harías?. 

 

Del "chivatazo" a la solidaridad vecinal

Luchar también fue el camino que siguió Rosalía Génova. Desde que la detuvieron y salió con el puño en alto, hasta que tuvo que recorrer los despachos enemigos para recuperar a las hijas que habían entregado a familias “de bien”. Lograron reunirse y, como soñó Sayanes, construir un hogar feliz en Barcelona. Pero a la capital catalana no pudo ya viajar su marido y padre, José González, comunista y tapicero, asesinado en A Estrada. Tampoco Luisiño, el sobrino que lo acompañaba en  el tapizado del Cervantes y al que escondieron en una casa de O Castro. Lo delató una vecina afín al bando fascista. ¿Y tú qué harías? Luisiño tenía 17 años cuando murió agarrado a la tapia del cementerio donde ahora le honran.

 

Hubo chivatazos y hubo vecinos que, incluso sin mucha implicación ideológica pero por humanidad, escondieron a los que escapaban del terror. Como Juan Aragunde, al que mataron junto a los dos republicanos que escondía en su sótano. A Josefa Barreiro, una mujer de izquierdas de Trabanca Sardiñeira, la vieron comprar brochas de afeitar. Su marido estaba embarcado. Al joven que ocultaba le llegó la muerte sin verle el rostro: Desde la planta baja disparó el fascismo a la trampilla que lo ocultaba. A la vital Josefa le arrebataron el futuro unos días después, pero antes se encargaron de borrarle la salvaje belleza con la que salió de su casa detenida. Abrigo sobre los hombros, en la solapa una flor y en los ojos la fuerza de quién está contra quien tiene que estar.

 

Sobrevivir al terror: "Y quién sabe, quizás algún día podréis ser felices"

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