León XIII, escuela y casa para los niños desahuciados

León XIII, escuela y casa para los niños desahuciados
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Un aula típica del franquismo, con sus pupitres de madera, su crucifijo y el Generalísimo presidiendo. Unos dedos amarillentos por el tabaco posan sobre la mesa de profesor. No se oye ni el ruido de una mosca. Al otro lado, los atentos ojos  de unos niños que no saben que décadas después recordarán a la perfección este momento y sobre todo al hombre que tenían en frente, Luis de Saa, uno de los maestros más queridos de la escuela León XIII.
“Don Luis de Saa Bravo además de un gran y serio profesor, a mí particularmente me tenía en gran estima. No en vano era el recadero, cosa que se agradecía en aquella época por poder ausentarse durante algún tiempo de la clase aunque él me lo coronometraba diciendo: hoy tardaste cinco minutos más de la cuenta. Repuesta: Es que había mucha gente, don Luis. El recado era, ni más ni menos, ir a buscarle una peseta de pitillos ideales amarillos”, recuerda Ramiro en el blog de O Faiado.
También Jesús Garrido, el que fue su director durante muchos años y que, por su bondad y generosidad que iban más allá de las horas de aula, siguen en la memoria de los pupilos que hoy convertidos en adultos guardan un cariñoso recuerdos de aquellos profesores que entendían la enseñanza como una vocación.
Mucho antes de que existiesen modernos manuales de pedagogían y ratios, las aulas de León XIII estaban abarrotadas y aquellos maestros, lejos de estresarse o pedir bajas, luchaban para que muchos de aquellos niños pudiesen seguir estudiando.
“Mi padre tenía fama porque en el colegio León XIII podían estudiar los que no tenían dinero, sin pagar un céntimo. A más de uno (incluso desconocidos) lo llevó a vivir a su casa”, relata su hijo Daniel en el blog de O Faiado da Memoria.  Por aquel centro también pasaron otros profesores ilustres como Aquilino Iglesias Alvariño, Celestino Noya o Xosé María Díaz de Castro, a quien dedican el próximo año el Día das Letras Galegas
Jesús Garrido se hizo cargo de la dirección colegiada del centro el siete de marzo de 1939 por un salario de 350 pesetas mensuales y junto a Aquilino Iglesias Alvariño, que cobraría 500 y asumiría las funciones de gestión de personal. Ambos tenían una relación que iba mucho más allá de lo profesional y ambas familias eran muy amigas.
Hasta tal punto que, y tal y como relata Daniel, una mujer llamó a casa de los Garrido y fue Dolores Ferreirós, Lola, casada con Iglesias Alvariño, la que abrió la puerta. “Yo soy la madre de un alumno que estudia en el León XIII. Le traigo este cordero. Pero mire, quisiera pedirle un favor: Que no le diga nada a don Aquilino. Es que solo tenemos uno”, le dijo. “No se preocupe, nunca lo sabrá”, le contestó Lola, que horas más tarde volvería a encontrarse a la salida del cine Fantasio con aquella agradecida señora del cordero, que se quedó de piedra cuando vio al brazo de quién iba agarrada.

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