Vilaxoán ha perdido a uno de sus vecinos más internacionales, más emblemáticos y más queridos. El pasado jueves fallecía a los 85 años de edad Manuel Cores Rodríguez, Manolo Chocolate, cocinero y propietario del mítico restaurante que con una fórmula sencilla, buen producto de la tierra, y un bárbaro manejo de los fogones, llegó a lo más alto del firmamento gastronómico, porque El Chocolate fue una estrella, una de la Guía Michelín, nada menos, y uno de los primeros establecimientos gallegos en conseguirla, cuando corrían los años 80. Como lugar de buen comer, pronto su fama se extendió más allá de estas fronteras y Cores Rodríguez podía presumir de poner mantel y plato a Cunqueiro, Fraga, Felipe González, Julio Iglesias, etc. Sus empanadas de millo y su chuletón a la brasa convirtieron su local de la Avenida de Cambados en una meca gastronómica.
“Chocolate” fue despedido ayer en la Iglesia de San Martín de Sobrán donde se ofició una misa, aunque los funerales tendrán lugar el lunes, a las 17:30 horas en el mismo templo. Muchos fueron los que quisieron acercarse a darle un último adiós y a trasladar su pésame a sus cuatro hijos y a su mujer, Josefa Muñiz, fiel compañera en la vida y en la cocina, no en vano fue un pilar fundamental de El Chocolate junto a la madre del arousano, Joaquina Rodríguez, ambas excelentes cocineras.
últimas apariciones
Cores Rodríguez se había retirado en 2007, tras 38 años al frente de El Chocolate, que apagaba sus fogones para siempre, sin embargo, nunca se despegó de la gastronomía. Fue miembro del jurado del concurso de cocina de la Festa da Vieira de Cambados en más de una ocasión y no fueron pocos los homenajes que recibió. Los más recientes le fueron ofrecidos por la asociación Ahituvi y hace cuatro años, el pueblo de Vilaxoán volvió a sonrojarle en la celebración del programa cultural “Sabores e Saberes”. Esta fue de unas últimas apariciones en público, en la que recorrió la historia de su Vilaxoán, ese que solo dejó cuando recorrió Europa, dedicándose a los más variados empleos, pero siempre aprendiendo. Durante su intervención, y tras recoger un pequeño obsequio en forma de barca, pero un cariño del público inabarcable, recordaba también a amigos como “Chuco”, el que empezó a llamarle “chocolateiro”, por su gusto por este dulce, bautizando sin querer a una leyenda.