La cadena humana protagonizada por las trabajadoras de Cuca en defensa del mantenimiento de la actividad industrial en Vilaxoán fue todo un éxito. Cientos de vecinos anónimos entrelazaron sus manos para mostrar, una vez más, su solidaridad con unas mujeres que han sido capaces de unir voluntades a base de lucha constante y conciencia de clase.
Las operarias de Cuca están demostrando a base de coraje y perseverancia, junto a la razón y la justicia, que se pueden alcanzar los propósitos por muy utópicos que puedan parecer. Desde que conocieron las intenciones de la empresa de desmantelar la factoría de Vilaxoán no han permanecido con los brazos cruzados.
Tienen un carácter especial. Desde niñas saben lo difícil que es ganarse la vida. Han pasado muchos sacrificios para que una decisión arbitraria las deje sin todo aquello que se han ganado a pulso.
Con una destartalada caseta como único refugio de un invierno como pocos recuerdan, se convirtieron en las guardianas de la fábrica para evitar que Garavilla la desmantelara. Resistieron durante meses hasta que en una madrugada fría, lluviosa y de temporal, un ejército de policías, en una operación sin precedentes, permitiese que se cometiera lo que solo uno quería.
El golpe fue duro. Pero no se rindieron. Iniciaron otra batalla. La judicial. La razón iba de su mano. Finalmente, la justicia también. Quien se parapetó en un enjambre de antidisturbios para conseguir por la fuerza la retirada de la maquinaria está obligado ahora a devolverlo todo y a que se retome la actividad en Cuca. Recurrió, pero la Justicia, al menos en esta ocasión, se comportó como tal.
Entretanto, la Consellería do Mar investiga si la maquinaria retirada se compró con subvenciones públicas solicitadas para modernizar la nave de Vilaxoán. Si así fuese, Garavilla tendría que devolver, uno por uno, los 144.000 euros que se le concedieron para este fin. Otro golpe a la sinrazón.
Desde que comenzó el conflicto de Cuca, las trabajadoras han mantenido una misma postura. Contaron siempre con la comprensión y el apoyo decidido del pueblo de Vilaxoán, que lo demostró con creces. El Gobierno local no fue tan explícito. Colaboró con la causa en los despachos, pero no daba el paso de salir a la calle, compartir los problemas de estas mujeres, gritar con ellas, servir de consuelo... Le faltaba ese gesto y por fin llegó el pasado viernes. Con el alcalde a la cabeza, los concejales del grupo de Gobierno se sumaron a la cadena humana en defensa de Cuca. Si desde aquí critiqué la postura anterior, ahora aplaudo esta.
Y todo, es justo decirlo, gracias a que una de las trabajadoras tuvo las agallas suficientes para mirar a los ojos al alcalde y transmitirle todos sus sentimientos. Fole recogió no solo recogió el guante. Se comprometió con ella y cumplió. Que cunda el ejemplo