El incremento de los precios de las orquestas y demás atracciones musicales ahoga a las comisiones de fiestas de pueblos y parroquias, que carecen de recursos para hacer frente a semejante gasto. Si a esto le añadimos que Hacienda vigila la recaudación de dinero a través de los donativos de los vecinos, la situación se sitúa al borde del colapso. El caso es que a la fiesta nos apuntamos todos y hay que pagarlas.