el paisaje gallego está cambiando a gran ritmo. Primero fueron los eucaliptos, después los incendios, o al reves, y ahora los molinos de viento. No hay nada más que subirse a un monte y dar un giro de 360 grados para percatarse de que no hay ningún cuadrante sin aspas, solo queda el mar y por poco tiempo. El monte do Gato va a ser la próxima víctima de la desfeita eólica, algo que nació en Galicia, no se sabe muy bien por qué, pero que ha echado raíces. De aquí sale electricidad generada de todas las formas posibles, pero no repercute en el bolsillo de los gallegos, que la pagamos a precio ucraniano. foto: Molinos de viento modernos | EFE