El espectáculo del entrenador de la Juventus en el momento de la sustitución de Álvaro Morata vuelve a abrir el debate sobre en qué punto la intensidad pasa a ser falta de respeto. Porque en ningún otro trabajo se acepta popularmente que el jefe zarandee y grite como un poseso a alguno de sus subordinados. Vale que en el fútbol –y en el deporte en general– las formas de motivar suelen ser distintas, más pasionales, por no decir más crueles, pero la humillación debería ser una línea roja. Suerte tiene Massimiliano Allegri de que Morata sea un tipo tranquilo y educado. FOTO: Allegri, dando voces desde la banda | efe