Esa asociación de transportistas que nos decían que era minoritaria y poco significativa y ha conseguido paralizar el país, esa a la que ni siquiera invitaron a la mesa de negociación, ha conseguido ser recibida por la ministra. A costa de colapsar la Castellana, claro, que parece que lo que funciona en el amor y en la guerra son los grandes gestos. A Raquel Sánchez le ofrecen un final automático de la huelga si el Gobierno les garantiza que, al menos, los conductores podrán cubrir lo que les cuesta trabajar. Así de fácil. Igual alguien no lo sabía, pero es que a los trabajadores del sector hacer su trabajo les sale a pagar y eso no hay economía que lo resista. Por no hablar de la sensación de estar en el mundo al revés, que tampoco ayuda. Así que el acuerdo del Ejecutivo con la patronal para rebajar veinte céntimos el litro de combustible que nos han vendido como un pacto sin precedentes les parece un bonito primer paso, pero esta muy lejos de lo que necesitan de verdad.