Y el cielo coruñés lloró. Lloró de pena porque el Carnaval llegó a su final. En un Miércoles de Ceniza más gris que nunca, fueron muchos los coruñeses los que espantaron los miedos al agua y se echaron a la calle para acompañar en su cortejo fúnebre a doña Sardina y al dios Momo, que dijeron así adiós a otro año de diversión de entroido. Y cuando todo iba a acabar, dejó de caer agua.
Del Art T Café de Santo Tomás en el que permaneció en velorio la Sardina desde el pasado viernes, la patrona partió para su entierro recorriendo las calles más emblemáticas y carnavalescas de Monte Alto. Si el martes eran escenario de jolgorio y luz, ayer el luto se apoderaba de la calle de la Torre o de la avenida de Hércules al paso de la comitiva fúnebre que entre lágrimas y desgarradores llantos seguían a la Sardina camino de su entierro acuático.
De camino hacia ella se puso también el dios Momo, depuesto de su trono solo cinco días después de subir a él. La imagen que este año honra a los personajes más típicos del Carnaval choqueiro (César, Finito, Palau, Fina Lesta...) navegó en su barco con cachola en proa por las calles mojadas de la ciudad con destino a la playa de San Amaro.
Despedida en San Amaro
En el arenal, una hora después de salir de sus respectivas últimas moradas, se reunieron el dios Momo y doña Sardina para recibir el último responso entre los plañidos de los amantes del Carnaval coruñés que con sus mejores galas luctuosas se despidieron de sus grandes símbolos carnavalescos.
Y mientras los asistentes al funeral se secaban las lágrimas sobre la arena armados con un buen puñado de pañuelos, el dios Momo ardió entre las llamas y la Sardina de cuerpo presente regresó al mar entre una tristeza pública que solo encontró consuelo al saber que el próximo año ambos regresarán para traer lo mejor del Carnaval.